estado de opinión
Marcelino Arévalo
columnista
La semana previa a las fiestas patrias, la noticia de la inesperada muerte de una de las personas más emblemáticas de Tarapoto corría como reguero de pólvora y la información se volvió monotemática. Don Carlos Gonzales, el dueño de Puerto Palmeras ya no estaba físicamente con nosotros, generando diversas reacciones desde quienes tuvieron la suerte de formar parte de su entorno familiar o amical así como de aquellos que tuvimos la suerte de conocerlo y sobre todo admirarlo.
Como no admirar a personas que hacen de sus sueños su forma de vida, como no admirar su gran espíritu emprendedor, como no admirar el éxito de una persona que aun no habiendo nacido en esta parte del país quería tanto a esta tierra, y como no admirar esa inmensa visión estratégica para llevar a Tarapoto de ser un hermoso lugar para vivir a convertirlo una marca que solo el espíritu empresarial es capaz de llevar.
Tarapoto debe guardar un inmenso y profundo agradecimiento a don Carlos Gonzales, porque si miramos en retrospectiva lo que fue la estrategia comercial de Puerto Palmeras nos encontraremos con la frase que marcó prácticamente toda una época “Puerto Palmeras – Tarapoto Resort” … el paraíso existe”, mientras nos mostraba la verdadera maravilla que es nuestra región.
Nada de esto tuviera de raro sino fuera porque Puerto Palmeras no está ubicado en Tarapoto, y ninguno de sus hoteles geográficamente están ni pertenecen a la ciudad que aluden sus spots publicitarios, sin embargo hoy cuando la gente viene a San Martin, dice que viene a Tarapoto, la extensión del nombre abarca prácticamente a toda la región.
De nada sirve lamentarnos hoy su partida, homenajes póstumos pueden parecer lo más cercano a la hipocresía, las autoridades nunca supieron aprovechar el inmenso capital relacional que tenía don Carlos, los contactos de primer nivel que podríamos haber aprovechado ya no lo tenemos más, siempre se quejaba de las autoridades sin saberlo tal vez que él se había convertido en una autoridad. Recuerdo haberle pedido inaugurar el restaurante de fusión amazónica Tío Sergio que aceptó con la humildad que lo caracterizaba, para mí era una autoridad en el tema.
En uno de los tantos talleres que se trataban sobre el impulso al turismo, escuché a don Carlos sustentar por qué la provincia de San Martín debía llamarse Tarapoto, si el posicionamiento estratégico de la provincia tenía como columna vertebral el turismo. Tarapoto carecía de atractivos naturales, razón no le faltaba, con excepción del parque Suchiche ¿qué otro lugar turístico tiene Tarapoto?. El inventario de los destinos le daba la razón, pero demasiado para una burocracia tan atada al piso.
Se dice que las personas que han dado tanto por su familia, por sus amigos por su comunidad y por su país aunque no estén presentes, pesa más la obra que dejaron y más aun la que dejaron inconclusa, a la espera de que otras personas se contagien de ese entusiasmo, por todo lo que he podido averiguar de la trayectoria de este gran personaje encuentro que efectivamente, no solo debemos recordar su trayectoria, por el contrario debemos ver el sueño que deja pendiente.
Se fue el gran hombre de carne de hueso y nos dejó al gran Cacique de Kanchiskucha (Señor de los Siete Lagos), la leyenda que debe perdurar por siempre y que Tarapoto debe capitalizar como el mejor y mayor legado que Carlos Gonzales nos deja a quienes queremos que San Martin no solo sea el mejor lugar para vivir, sino también el destino que nos permita alcanzar todos nuestros sueños.