Un liderazgo débil no solo no soluciona problemas sino permite que el barco no avance por ningún lado y sea movido por el viento temporal. Un gobernador sale a decir por los medios que la proliferación de la delincuencia en su jurisdicción se debe a la falta de dotación de policías. Un analista alerta que para el año 2035, o sea dentro de veinte años, el país necesitará ochenta mil millones de dinero para construir centros penitenciarios. La lectura clara es la inexistencia de plan contra la delincuencia. Lo que se necesita es un verdadero líder, que tome este problema con seriedad y lo asuma mediante una política de Estado.
La delincuencia no se combatirá con más o con menos policías ¿Acaso es un problema policial? Las Fuerzas Policiales son formadas para cuidar el orden y ayudar a la población. Tampoco se combatirá con la dotación de más carros y motocicletas, con más equipos sofisticados, con la construcción de más centros penitenciarios. Un liderazgo débil carece de visión, desconoce las causas y con manotazos de ahogado trata de zafarse del problema con planteamientos abiertos y superficiales.
La delincuencia es un problema estructural, es el efecto de decenas de años de formación equivocada. La delincuencia no es un acto que resulta al azar, o por el destino, simplemente viene de casa. Cuando exista liderazgo de verdad, el tema será tratado como política nacional, entonces se elaborará un plan estratégico para combatirlo. En esta tarea, tendrá que verse las medidas drásticas a tomar con las personas que están cometiendo el delito. Con los niños posibles delincuentes dentro de cinco o diez años. Con los que aún no nacen, pero allí están los nidos, listos para formarlos como tal. Significa realizar un trabajo profundo a nivel nacional.
Tiene que estudiarse con detenimiento, la formación que ha tenido cada delincuente, para determinar al final su perfil promedio. Por ejemplo, lugar de nacimiento, situación de su nacimiento, las personas con quienes ha vivido en los primeros años de su vida, el tipo de alimentación, el grado de instrucción, identificación de la institución educativa, identificación de los docentes, como son ellos, ha crecido con papá y mamá, ha recibido afecto en los primeros años de su vida, las calificaciones en sus estudios, el comportamiento en sus estudios, los barrios o sectores donde ha vivido, los compañeros de escuela, etc. Ahora, el estudio comprende el detalle de cada situación, para desembocar al final en la condición de su formación.
El plan para combatir la delincuencia está basado en componentes y actividades para frenar a los que se encuentran en actividad, para disuadir a los que vienen por detrás y para disolver los nidos de los futuros delincuentes. Toda persona nace como un ángel en el paraíso. El asunto está en la formación de esa persona.
La mayor responsabilidad de la formación está en el hogar, en la familia, en casa, también en la sociedad, el barrio, las amistades. ¿Por qué miramos solamente al delincuente terminado, haciendo sus fechorías? Con una buena política nacional, con participación de la comunidad, se combatiría este flagelo en el tiempo que demora la formación de un delincuente, es decir, entre quince y veinte años.
Tras una reyerta en un penal, las mamás, esposas de los delincuentes prisioneros, exigen a las autoridades que les proporcionen agua y comida. Es decir, los delincuentes tienen personas que los aman. De ser así, ¿por qué estos familiares no influenciaron para que deje de cometer sus delitos? Es que según su formación, al delincuente le parece que está realizando “su trabajo” con naturalidad. ¿Y por qué le tienen que dar alimento? ¿Es un premio? ¿Por qué no se gana su alimento? Al parecer hay mucho trabajo que realizar para mejorar los conceptos y las prácticas sobre la delincuencia, se necesita de un plan muy serio.