El río Mayo, como parte del circuito vial de la región San Martín, tiene una rica historia. En sus orillas se encuentran pueblos y lugares pintorescos, todos ellos que tienen su propio perfil, en donde ninguno se parece el otro, pero que tienen en común el espíritu aguerrido que les dio el tener que lidiar por siglos con las aguas del río que les sometió a un permanente desafío y donde una corriente traicionera solía arrastrar al no precavido.
Hemos estado un fin de semana en Pinto Recodo, con el catedrático, Dr. Herbert Hugo Arévalo Bartra, adonde fuimos para obtener información sobre el valle. De esta zona, como de la vecina Shanao, salieron los más importantes bogas que dirigían las entonces balsas en las que transportaban los productos de la zona. De este valle salían le maíz, café y algodón, principalmente. De San Miguel, Cuñumbuqui, El Estero y Juan Guerra se embarcaba el ganado cuyo destino era la lejana Iquitos. Shanao tuvo en Leonardo Saavedra Bustos, ya fallecido, uno de sus más emblemáticos bogas mayinos.
Los balseros del río Mayo, representados en los bogas, fueron los protagonistas de la historia de estos pueblos. Establecieron con el río una especie de simbiosis o relación afectiva e indisoluble que duró toda la vida y solo se alteró cuando las carreteras toman la posta como vehículos que reemplazarían definitivamente y para siempre a las balsas, desapareciendo casi abruptamente una época romántica en la vida de estos pueblos.
Pero los personajes quedan y son parte de la historia. Los balseros son esos argonautas que alguna vez parecieran haber ido en busca del vellocino de oro, como en la mitología. Los balseros del río Mayo eran parte de la estratificación del trabajo, cumpliendo un rol en la cadena económica del proceso. Le añadían un valor agregado al entonces precario sistema de comercialización en donde el regatón era una parte vital de la cadena, porque ese era el esquema y obedecía al proceso de una época.
Hemos recogido los nombres de los balseros de Pinto Recodo que recorrieron el Mayo por la década de los sesenta y setenta del siglo pasado. De su recorrido por las aguas del río Mayo fluyen recuerdos expresados en nostalgias por esas querencias que les sumían en tristezas. Porque el ser boga significaba también privarse del calor de la familia, enfrentarse a las inclemencias del tiempo y a los mismos peligros del río. Y a diferencia del marinero, de quien siempre se decía que en cada puerto encontraba un amor, el boga del río Mayo, y de todos los bogas de los ríos de la Amazonía, no tenía tiempo para eso, solo quizá para un amor breve y furtivo; o como se dice: para un choque y fuga.
Fueron grandes bogas: Pedro Pisco Ochoa y sus hijos Wilmer y Milton Pisco Vargas; Atanasio Panduro Ramírez, Eduardo Fasabi Macahuachi, Alcides Saavedra Pérez, Emilio Linares Pisco, Pedro Pisco Vargas, Edgardo Angulo Lozano, Leonardo Angulo Bocanegra, Estanislao
Farje Bocanegra, Simeón del Águila Pisco, Ever Farje Bocanegra, entre otros. Un intermediario emblemático de la época fue don Cristóbal Sánchez Pérez, que comercializaba en Tarapoto lo que producía el valle.