Por: Edwin Rojas Meléndez
Remedios la bella. Primera hija de Arcadio Buendía y Santa Sofía de la Piedad, es un personaje sorprendente de Cien años de soledad. Esta joven hermosa, inocente y pura, torturaba de deseo hasta más allá de la muerte, a quien la viera plenamente desnuda. Hasta que una tarde de marzo, se elevó al infinito entre aleteo de sábanas, llevada por un viento de luz. García Márquez la retrata magistralmente en el capítulo XII de la novela:
Remedios la bella. Feliz en su mundo de realidades simples
“Remedios, la bella, se estancó en una adolescencia magnífica, feliz en un mundo propio de realidades simples. Hasta el último instante en que estuvo en la tierra ignoró que su irreparable destino de hembra perturbadora era un desastre cotidiano. Era demasiado evidente que estaba desnuda por completo bajo el burdo camisón, y que no era una criminal provocación el descaro con que se chupaba los dedos después de comer con las manos. Soltaba un hálito de perturbación, que hombres expertos en trastornos de amor, afirmaban no haber padecido jamás una ansiedad semejante a la que producía el olor natural de Remedios, la bella. Acabando de trastornarlos con sus inocentes complacencias.”
No exhalaba un aliento de amor, sino un flujo mortal
“Se levantaba a las once de la mañana, y se encerraba hasta dos horas completamente desnuda en el baño. Un día, cuando empezaba a bañarse, un forastero levantó una teja del techo y se quedó sin aliento ante el tremendo espectáculo de su desnudez. Ella vio los ojos desolados a través de las tejas rotas y no tuvo una reacción de vergüenza, sino de alarma, y exclamó, ¡Cuidado! ¡Se va a caer! Las tejas podridas se despedazaron en un estrépito de desastre, y el hombre se rompió el cráneo y murió sin agonía en el piso de cemento. De las grietas del cráneo manó un aceite ambarino impregnado de perfume y entonces comprendieron que el olor de Remedios, la bella, seguía torturando a los hombres más allá de la muerte, hasta el polvo de sus huesos. Remedios Buendía no exhalaba un aliento de amor, sino un flujo mortal.”
Entre aleteo de sábanas, voló donde no llegan los pájaros de la memoria
“Una tarde de marzo, Fernanda, para doblar en el jardín sus sábanas de bramante pidió ayuda a las mujeres de la casa. Remedios, la bella, tenía agarrada la sábana por el otro extremo, sintiendo que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula casi ciega, vio que Remedios, le decía adiós con la mano, entre el aleteo de las sábanas que se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria. Fernanda, mordida por la envidia, terminó por aceptar el prodigio, y durante mucho tiempo siguió rogando a Dios que le devolviera las sábanas.”
Comentario
Gabriel García Márquez en Remedios la bella, destaca dos aspectos, la belleza y el aroma que dejaba su presencia. Es pertinente indicar, que no es casual que la describa como bella, y no como “hermosa” o “preciosa”, palabras más relacionadas con el físico, no precisas para describir la inocente desnuda belleza de esa “criatura de pureza excepcional” que retrata al personaje. Como tampoco no es casual, que señale la ansiedad que producía en los hombres su aroma, feromonas responsables de la atracción y búsqueda de inmediata, urgente e inaplazable satisfacción sexual.
No es nuevo para la vida y la literatura, la búsqueda de placer en el aroma de joven virgen. Púberes, que Vladimir Nabokov, autor de Lolita, llama nínfulas. Al respecto escribe: “Sin duda, el olor penetrante debe quedar impregnado en lugares ocultos: detrás de las orejas, en la clavícula, entre las piernas. Por ello, solo el que tiene acceso a las nínfulas puede contestar esa pregunta.” También en la novela, El perfume: historia de un asesino, el autor, Patrick Süskind, narra la vida de Jean-Baptiste Grenouille, que asesina a mujeres vírgenes para extraer su olor y transformarlo en esencias. Así también, en la novela La casa de las bellas durmientes, Yasunari Kawabata, cuenta que ancianos con poder económico, pagan para acostarse junto a niñas vírgenes profundamente dormidas, solo para mirarlas y olerlas. El mismo García Márquez en su última novela publicada en vida en 2004, Memoria de mis putas tristes, narra la historia de un anciano periodista solitario, que, para festejar sus 90 años y sentirse vivo, pide que su amiga Rosa Cabarcas, le consiga una adolescente virgen. El pedido le es concedido y al encontrar a la joven desnuda y profundamente dormida en la cama, se acuesta justo a ella para gozar con la cercanía a tan deslumbrante desnudez y aroma embriagador. Susurrándole al oído, un nombre inventado: Delgadina, Delgadina, Delgadina… Sin duda, las nínfulas, como Remedios la bella, con tanta hermosura y aroma, forjan epilépticas sacudidas, miradas de loco, y ganas de morir en el intento.
Bibliografía:
García Márquez, Gabriel. Cien años de soledad. Grupo Editorial Norma. 2007. Memorias de mis putas tristes. Editorial Sudamérica. 2004
Patrick Süskind. El perfume. Historia de un asesino. Editorial Seix Barral. 1985
Kawabata, Yasunari. La casa de las bellas durmientes. Editorial AUSTRAL. 2013
Nos reencontramos el próximo sábado, con Pilar Ternera, madre de Aureliano José y Amaranta Úrsula. Su figura es símbolo de sensualidad, deseo, y vínculo con lo mágico y religioso, por sus poderes de adivinación.