“Por eso estamos como estamos”, habla para sí una señora al escuchar la noticia local: “El candidato a la alcaldía de tal agrupación es tal persona”. “¿Y quién pues le ha elegido?” se vuelve a decir. Es que la norma legal electoral está mal hecha, porque fue elaborada por genios que solo viven en los ámbitos costeros del país, por quienes creen que en la sierra la gente se alimenta solo de carne de llama; y en la selva los hombres viven como el hombre mono en las altas copas arbóreas y se alimentan solo de larvas de lepidópteros. Como son tan genios, la norma legal conlleva a la minoría del pueblo tener excesiva mayoría en el Congreso. ¡Qué genialidad!
Hace dos años, cuando aún no había rumores de elecciones, los escasos partidos políticos sobrevivientes de la gran masacre democrática, estaban en constantes reuniones de planificación y enriquecimiento de conocimientos de las realidades de las comunidades. Cada cierto periodo llegaba uno que otro dirigente del nivel inmediato superior. Los integrantes de las reuniones eran partidarios de nivel normal, ciudadanos exentos de interés de postular a tal o cual candidatura. Pasó el tiempo y de pronto el ambiente pasible de las reuniones se convirtió en ambiente hostil. El número de visitantes se ha incrementado. Ahora van a las reuniones quienes han postulado una y otra vez, quienes han sido autoridades. “Ah, estos señores asisten a las reuniones porque tienen interés de postular, quieren ser candidatos”, refiere un partidario al colega de al lado.
Al poco tiempo, quizá porque eran pocas las posibilidades a ser considerados como candidatos representando a la agrupación, hacen sus gestiones con la cúpula capitalina, donde están los genios que deciden porque viven en la capital y se sienten con atribuciones de tomar decisiones unilaterales y desde allí, mediante documentos y comunicados, disponen que se harán nuevas elecciones internas del partido a nivel nacional. Por supuesto, que ésta decisión es sacada de los pelos, porque no es el momento de elecciones internas; además, toda elección es un proceso democrático. Aún con todas estas aclaraciones, pasándose por éstas reglas, los capitalinos disponen y convocan a elecciones internas, con planillones manejados y con candidatos que recién aparecieron cuando se escuchó el rumor de la próxima campaña electoral, es más, ningún partidario que participaba de la vida política de la agrupación en tiempos de ausencia de campaña se encuentra en las listas participantes de ésta elección interna dirigida. Definitivamente, es un mal inicio. Un partido político que muestra al pueblo que está partido es un participante débil y tiene como fin la pérdida en la justa electoral.
Entonces, aparecen agrupaciones por aquí, grupos políticos por allá, con el nombre ya del candidato a las elecciones.
“¿Cómo es este negocio?”, dice un borrachito mientras camina tambaleante por la calle, al escuchar la noticia televisiva; luego agrega: “Por un lado, los pocos partidos políticos sobrevivientes de la democracia están divididos, cuando en esta crisis deberían estar muy unidos. Cuando no tienen confianza en sus dirigentes, con plata, proveniente no se sabe, convocan dice a elecciones internas, para poner como dirigentes a sus compinches, de esa manera sean elegidos candidatos. Esa no es democracia plena. Por otro lado, se forman agrupaciones y exentos de elecciones internas de pronto resultan candidatos. En otros tiempos, cuando estos candidatos sin elecciones ganaban alguna contienda, trataban a los gerentes de la institución como “mi gerente”, otro trataba a los gerentes como si fuera un muchacho adolescente, con absoluta falta de respeto”, culmina.
En democracia, los candidatos deben ser elegidos, en procesos naturales y no forzados, desde las bases más pequeñas hasta las sedes capitalinas. Esa verdadera democracia participativa está ausente, por ahora seguiremos soportando a candidatos no elegidos aun estando en plena democracia.