Las fuentes de agua, se han ganado sus propios cauces, tras cruentos esfuerzos, por donde trasladan sus ingentes masas de agua, de las partes altas a los bajiales. Pero, los cauces o canales, por donde las aguas de los ríos, de las quebradas y de los riachuelos discurren, no están solos, sino, acompañados de férreos protectores, de las fajas marginales.
Los cauces de las fuentes de agua (ríos, quebradas, lagunas, ojos de agua y riachuelos) ya tienen sus marcas, cuando están en estiaje y cuando están en grandes avenidas, productos de miles de años de vida. Esos cauces deben ser respetados por siempre ¿por qué? ¿A quién en su sano juicio, se le puede ocurrir colocar obstáculos? Ocurre la intervención del hombre en el cauce, cuando formula y ejecuta proyectos de generación de energía o para irrigaciones, por ejemplos, precisamente, para aprovechar la potencia natural que ostenta su acumulación, mediante la construcción de barrajes. Pero, estos proyectos se formulan en base a sólidos estudios de geotécnica del sub suelo, del riesgo de suelos deleznables cercanos; pues, la ruptura del barraje, que permite la acumulación de agua en el cauce, es causa de inimaginable desastre de poblaciones y de ecosistemas, asentados en la parte baja. De otro modo, resulta inverosímil el atrevimiento del uso del cauce, sin autorización, ni menos, sin estrictos estudios de ingeniería.
El río es un recurso, parte del medio ambiente natural, sin el cual no habría asentamiento humano, en otras palabras, no habría vida. Como tal, merece todo el respeto, no solo para que la misma fuente de agua siga funcionando, como lo ha venido haciendo durante miles de años; sino, para que con su presencia, se pueda garantizar el asentamiento de seres humanos en sus cercanías; además, para facilitar el desenvolvimiento de la cadena de elementos que tiene el medio ambiente, es decir, para permitirles la vida de los animales silvestres, de las plantas, del aire y del suelo. El funcionamiento del conjunto de estos elementos, hace que haya vida humana. Es una cadena biológica de cinco elementos que arrastra la vida del ser humano. O ¿Habrá seres humanos que vivan sin agua, sin plantas, sin animales, sin aire y sin suelo?
Pero, sabemos que el cauce no está desprotegido, tiene guardianes especiales, que durante miles de años le cuidan sus escarpadas riberas. Sin estos protectores, las aguas de las fuentes se desparramarían por todas partes en las mínimas crecientes. Gracias a estos colosos árboles, entrenados a cuidar orillas, los cauces mantienen las formas de sus estructuras hondonadas, por donde discurren libremente las aguas de las fuentes, como un dren permanente que proporciona la madre naturaleza, para no vivir sobre charcos perennes. Los árboles ribereños, se han especializado a la vida dura, a prevenir las erosiones, a soportar embates fuertes de troncos y piedras que arrastran las crecidas voluminosas. En las crecientes ordinarias de los ríos en periodos lluviosos, en las profundidades de la selva virgen, el que aumenta desproporcionadamente es el volumen de agua, que discurre con mayor rapidez, precisamente por el cauce natural del río. La turbidez de esa abundante agua es mínima; solo arrastra pequeñas ramas y hojas. En condiciones actuales, las crecidas de los ríos deben ser similares; es decir, aumento de volumen de las aguas, con mínima turbidez y el arrastre debe ser solo de pequeñas ramas y abundante hoja.
Si la turbidez es densa, es signo que la crecida del río está llevando abundante suelo de sus áreas aledañas. Si traslada palos, nos dice que hay deforestación ilegal. Si arrastra casa…Bueno, carece de explicación. Las crecidas de los ríos son buenas, porque limpian los cauces, algo así como echar agua con un balde la cañería de la casa, donde se depositan hojas, insectos, detritus y polvareda y quizá orines de canes y roedores. Por esa razón, los cauces de los ríos y sus fajas marginales deben mantenerse intactos, libres; al contrario, una buena labor sería reforzar las fajas marginales enriqueciéndolas con el trasplante de plantones de árboles especializados en riberas.