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viernes, diciembre 6, 2024
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¿Chica fácil?

¿De dónde eres?, mientras ella responde, él se imagina despojándola de sus más íntimos deseos. Está dispuesto a comprobar si las historias de leyendas sexuales, son ciertas. Se insinúa y le sonríe, como si eso bastara para llevarla a la cama.

Mujeres paradas en las puertas de sus casas, en la calle, en la discoteca, en el trabajo, en la plaza, por todos lados, esperando sonrientes y semidesnudas, incivilizadas y necesitadas de amor. Sí, ese es el imaginario que hombres y mujeres de la costa y la sierra tienen de la mujer de la selva, de aquella que según ellos, es una mujer ardiente, dispuesta a sexo y más sexo, despiadada y libertina.

“Oye flaca, es cierto que las mujeres de la selva son muy ardientes”, esta es una de las clásicas preguntas, me la hicieron miles de veces y las miles de veces he sido agresiva con mis respuestas, tanto que terminaba mandándolos al quinto infierno y me retiraba enfurecida e indignada.

Recuerdo hace unos meses cuando un amigo de una prima llegó de vacaciones de Lima y suelto de huesos me dijo ¿Tienes amigas disponibles para hoy, quiero comprobar si es cierto el mito?, y bueno, como se deben imaginar le recalqué que no era proxeneta y que mis amigas no eran putas y proseguí con un extenso discurso en el que aclaraba el panorama, ese panorama que enloquece a más de un hombre que llega a la selva.

Lo más gracioso del asunto es que este estereotipo de la mujer de la selva, no solo caliente al sexo masculino, sino que pone histéricas a las enamoradas, novias o esposas de hombres que por temas laborales llegan a la selva, son éstas mujeres que terminan la relación por miedo a esa mujer selvática, como si tuviéramos una especie de magia negra que aloca a los hombres hasta dejarlos moribundos.

Es común escuchar en distintas ciudades del país, referirse a las mujeres de la selva como las “calientes”, “fáciles”, o simplemente utilizar el apelativo de “charapita”, exponiendo a la mujer como presa fácil de cualquiera. Desde siempre la amazonia lejos de ser respetada por su majestuosidad, ha estado asociada con la sexualidad, con esa primitiva percepción de un carácter sexual excesivo, atribuido especialmente a la mujer amazónica, sintetizado en la figura de “charapa ardiente”. Gran equivocación que sale de boca de hombres y mujeres de toda condición económica y social.

Hace unos días un compañero de trabajo chiclayano subió al facebook una fotografía con su enamorada chiclayana, todo iba bien hasta que un personaje también chiclayano, comentó lo siguiente: “Ahora…ten cuidado con las tarapotinas”, me quedé pensando, en ese momento me imaginé que las tarapotinas éramos una especie de caníbales, quitábamos órganos o asesinábamos y como deben suponer, le aclaré un par de cosas al susodicho, que no le quedó otra que disculparse. No es que sea peleonera, pero a veces hay que dejar las cosas en claro, porque si no nunca se terminará por erradicar este pensamiento ignorante y machista.

El mito de la mujer “charapa”, “ardiente”, “fácil” y proclive a favores sexuales, resucita de cuando en cuando de sus cenizas, como el ave fénix. Sin embargo, en todas partes hay prostitutas, mujeres sangronas, jugadoras y de mal vivir y es sucio estereotipar y destacar solo a las amazónicas.

En ciudades con temperaturas por encima de los 30 grados es natural vestirse con poca ropa y ¡ojo!, eso no es provocación. La alegría es una parte de la personalidad de las personas de la selva, no es un sinónimo de chicas fáciles. La región no tiene nada que ver con el comportamiento sexual de las mujeres. No por ser de la selva, eres más o menos sexual que otras mujeres. Las mujeres de la selva somos directas, claras, luchonas y bravuconas, no nos intimida nada ni nadie.

Han pasado solos unos días de la celebración de la Fiesta de San Juan y estos estereotipos siguen manchando a nuestra gente y a nuestra cultura. Es hora de poner fin a los prejuicios contra la mujer de la selva.

Mujeres amazónicas, nuestra sangre caliente es herencia genética y corre por nuestras venas quemándolo todo. Usemos ese fuego para defender nuestras vidas, para demostrar que nuestra calentura es porque somos mujeres luchadoras y ardientes por la batalla, por defender nuestros derechos, por cumplir nuestros objetivos, por darnos nuestro lugar libre en la cama, en la casa y en las calles. Nadie tiene el derecho de definirnos como “fáciles” o como “carne de sexo para otros” Somos calientes por el sol que nos quema y da vida, no por ser una presa fácil al alcance de cualquier hombre.

¿Chica fácil? Para nada mi amor, soy bien complicada y jodo muy seguido….

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