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martes, diciembre 3, 2024
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Construcción de ciudadanía

Los peruanos podríamos tener un gobierno central pésimo y desastroso y, aun así, los ciudadanos ser felices. Pero, en el Perú, todo parece estar mal. Para comenzar, tenemos una tonelada de papeles con normas legales, pero que a nadie le interesa aplicarlas, como la Ley Marco de Modernización de la Gestión del Estado, que, a veinte años de ser promulgada, sigue siendo letra muerta. La ley esa solo sirve para citarla dentro de nuestra cultura de la quena, la flauta y el palabreo.

Todos ya nos dimos cuenta que Pedro Castillo está “gobernando” ciegamente, y que no tenía claro desde el inicio lo que iría a hacer, y lo expresé en esta columna, tempranamente. Expresé que su gobierno nos sumiría en la incertidumbre. Creo que el desaparecido boxeador Roberto Dávila Salinas fue más lúcido que el actual presidente, cuando le invitaron a opinar en la televisión sobre la pelea de George Foreman con un rival al que nockeó al saque. Ante las preguntas de los periodistas del panel solo dijo repetitivamente cuatro palabras: “Hay campeón para rato”. Castillo recurre al “`pueblo”, como su norte, y hay incertidumbre para rato. Y lo dejamos aquí.

César Hildebrandt, en su columna Matices, del viernes pasado, expresa que, para servir al pueblo, quienes dirigen los procesos tienen que tener “una agenda, un vértigo de la acción, un apuro con vocación de posteridad”. De esto también, con otras palabras, ya lo dijimos en este mismo diario, repetidamente. Pero como las autoridades locales son casi analfabetas, no lo han leído. Y nuestros gobernantes no tienen esa vocación de trascender. Por eso hay alcaldes que no escuchan, no sintonizan con los intereses y demandas de la ciudadanía, y al vivir sus cuartos de hora de poder creen haber alcanzado la cima de sus éxitos. Y es que el sistema, aquí y en todas partes, permite que accedan al poder a alguna gente que no ha leído ni el abecedario. De haber leído “Condorito” ya podrían optar por una maestría y un doctorado, porque hay universidades para todos los gustos.

Pero nuestra tragedia no es tener presidentes escasos y bribones. Lo es esa desdicha que, dos siglos después de ser “libres e independientes”, hemos acabado llegando a la tierra de nadie, donde los que tienen poder, del que sea, terminan imponiéndose. Y eso lo vemos todos los días en nuestras ciudades y sus calles convertidas en urinarios, letrinas, rellenos sanitarios y depósitos de todas las basuras. Sociedades cuyas autoridades tienen miedo de recuperar las fajas marginales porque nuestras autoridades viven, en el escenario del terror y que les ha avasallado porque no tienen carácter ni liderazgo. Por eso, los ruidos infernales de las discotecas, las construcciones de locales en el mismo lindero de las carreteras. Veamos nomás la carretera de Morales a San Antonio, donde ya han desaparecido los árboles. Y, en general, todos los árboles de nuestras calles son cagaderos públicos. Y así hablamos del futuro del turismo cuando nuestros ríos, quebradas y lagos están desapareciendo.

Pedro Castillo es la incertidumbre a niveles galácticos, pero la construcción de ciudadanía es función de la familia, al amparo de las leyes; y de los gobiernos locales, hacerlas realidad. (Comunicando Bosque y Cultura).

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