Muchas versiones se tejen cuando una autoridad es víctima de la delincuencia, sobre todo una autoridad del nivel jurídico e interpretación y aplicación de las leyes, como fue el Doctor Fermín Caro, que muere precisamente en cumplimiento de su trabajo de aplicación de las leyes, que siempre fue complicado, y hoy es mucho más, es decir, por cada sentencia que un juez dictamina, sea por el tipo de delito que fuera, no es otra cosa más que una sentencia contra simismo.
Peor si la sentencia es producto de una injustica, o para ser más claros, si un litigante gana producto de la coima o de la mafia, ya sabemos cómo quedará la otra parte, quien sabe, querrá hacer justicia con sus propias manos o su propio entorno, buscará de mil formas cobrar la venganza.
O puede ser que uno de los procesados o varios de los procesados, a sabiendas que los delitos que cometió o cometieron, son más que fehacientes y transparentes, y sale libre, como si nada, caminando por las calles con toda libertad. Esto no es otra cosa más que la propia auto sentencia contra el propio juez.
Los fiscales, los jueces que deben velar por la paz y tranquilidad de la población, muchas veces, en algunos casos aislados por cierto, son los que crean cierto resentimiento en la sociedad, creando simplemente bombas de tiempo para que en un futuro lejano o próximo estalle contra la propia vida.
Nuestra sociedad peruana está estructurada así: la policía que persigue al delincuente; los fiscales o los jueces, administrando la justicia, para bien o para mal; los abogados moviéndose siempre por el dinero, a sabiendas de que la causa que defiende, lucha por su defendido que cometió el delito, siendo uno de las carreras conflictivas que convive y defiende muchas veces a las personas de dudosa reputación.
Esto no es de hoy, toda la historia de la humanidad está salpicada por delitos (el delincuente); unos persiguiendo (la policía); otros administrando(los jueces); otros defendiendo(los abogados). ¿La sociedad donde queda? El ciudadano de pie no observa estas cosas, es más no le importa absolutamente nada, vive el trajinar de la vida diaria, luchando para llevar el pan de cada día a su casa, mientras que la delincuencia y las mafias de toda índole, buscan la vida fácil.
En estos momentos que voy escribiendo estas líneas, en la mente de un delincuente viene pasando estas tres cosas: hacerse millonario, cobrar una venganza y matar a alguien. A su vez en la mente de un fiscal o de un juez pasa mentalmente lo siguiente: administrar y aplicar de una manera justa la ley (uno de cada 10), un gran porcentaje está en la duda: si recibe o no una coima. Entonces empieza a vivir entre la espada y la pared: si no recibe perderá la gran oportunidad de salir de la pobreza o de amasar más fortuna, y si recibe, entonces empieza a perder la libertad más que el delincuente, es decir está prisionero contra su propia conciencia sucia de haber recibido dinero mal habido.
Todo esto pasa bajo la mirada de un Estado que no puede hacer absolutamente nada, porque en la fibra interna de sus propios organismos, le carcome la mafia y la corrupción de una manera algunas veces escandalosa como el reciente caso de la señora Nadini Heredia que estando su persona en un caso de investigación judicial, (que ni siquiera es reciente), uno de los jueces le da la disposición libre para irse al extranjero para ocupar uno de los cargos de dirección de la FAO, convirtiéndose también esta organización en cómplice de la mala reputación de personas como la señora Heredia que está en proceso de investigación por lavado de dinero que recibió del extranjero para supuestamente hacer campaña política.
Algunos hablan de una ausencia de seguridad ciudadana. Nadie sabe en qué momento alguien puede atacar a alguien; y nadie sabe tampoco cuántas personas se desplazan por las calles con arma para apretar el gatillo en un momento menos esperado; nadie sabe si tiene esa persona licencia o no para portar el arma. Desde el momento que está con un arma, que tenga o no licencia, se convierte ya en una persona temeraria, y que podría hacer uso del mismo no solo contra un delincuente, sino también contra su propia familia, pues los casos de reporte policial sobre esto, son muchos.
¿Seguridad ciudadana pedimos? La mejor seguridad es no venderse a las mafias organizadas del poder económico. No digo que estas situaciones hayan obrado en la conducta del finado Fermín Caro; tampoco digo que hay que perder la fe en la administración de las leyes de nuestros jueces y fiscales; tampoco sostengo que la policía no hace su trabajo; tampoco pierdo la fe en la defensa de un buen abogado, cuando trabaja más por el lado humano, que por el dinero.
Todos estamos en la mira de la sociedad, y todos esperamos una leal administración de la justicia, para el bien y seguridad de todos.