Por: David Landa  

Para proponer una reflexión razonable, tendríamos que comenzar aceptando racionalmente que no somos dueños -para hacer con la tierra lo que nos guste- ni invitados -para pasivamente disfrutar, pero no intervenir en los procesos naturales- 

Somos llamados a hacer ejercicio de “dominio” sobre la tierra, que está detallado en términos de “cultivar” y “cuidar” (o “servir”); esa es la conclusión desde casi todo el conocimiento ancestral heredado. El desarrollar el potencial de la tierra y conservar su dádiva de frutos, son aspectos gemelos de la mayordomía responsable del planeta. Esto es lo que ha sido llamado “Desarrollo Sustentable” en los últimos años: es decir, crear riqueza de una manera tal, que dejemos para las futuras generaciones un planeta que no haya sido despojado de su capacidad de dar vida y de mantenerla. 

De esta manera y por esta razón, podemos comenzar proponiendo que no hay ningún derecho absoluto a usufructuar los recursos naturales sin ningún control. Los requerimientos de la supervivencia humana y demás pares biológicos tienen precedencia sobre los derechos de un individuo sobre su propiedad. De modo que, se podría proponer que: “Ni los gobiernos ni las corporaciones multinacionales deberían ser los dueños de los recursos naturales de la tierra”. Todos somos responsables por la gestión de los recursos para el bien de todos los seres humanos que compartimos el planeta. 

El crecimiento económico, las inversiones y la productividad no son fines en sí mismos, sino medios para que la humanidad florezca. Los mercados y los gobiernos son sirvientes de los seres humanos; no definen al ser humano. 

Desde ese punto de vista, tendríamos que repensar nuestro enfoque sobre la amazonía, que es el territorio que ocupamos, comenzando por aceptar que la amazonia es y no es como nosotros (desde el punto de vista sistémico). Entonces comencemos proponiendo que la Amazonía es un ser y que está vivo. 

La conceptualización de la amazonia básicamente debe pasar por tratar de imaginarla e interpretarla de este modo, ocupar otra plataforma de pensamiento es simplemente alejarse de una adecuada y eficaz visión. 

El Ser Amazonia tiene su génesis corpóreo en la cara oriental de la cordillera de los andes, que es de donde se genera o capta la mayor cantidad de agua que le da vida, se extiende por todo el llano continental hasta las costas del Atlántico. En su extensión se desarrolla la más portentosa dinámica vital con que cuenta la tierra. Ella encierra en su profundo seno, un misterio de formas de vida que se necesitan unos de otros.  

Visto así, el Ser Amazonía es un ser extraordinario, vitalmente necesario, es un todo que para ser capitalmente útil – útil a todos los que en ella se cobijan, de acuerdo a su necesidad – Debería ser indivisible políticamente, como indivisible es en su forma natural: inexorable, inevitable, irresistible -las aguas del río Amazonas no se detienen o modifican su naturaleza en la frontera de Perú con Brasil-  

De allí que es importante luchar por gestionar adecuadamente el territorio que da cuerpo al Ser Amazonía,  y arrancar autonomía de gobierno para este prodigioso y rico espacio natural, de tal manera que iniciemos la construcción de saberes y capacidades de interpretación y uso, que nos permitan manejar sostenible y sustentablemente los recursos y ambiente amazónico; por ejemplo, los amazónicos entendemos lo que Eduardo Gudinas reflexiona al comentarnos que: “Si consideramos un ambiente natural sin la presencia humana, este ecosistema mantendrá su sustentabilidad, bajo sus patrones ecológicos preexistentes. Hay que considerar que la presencia humana, aun en el caso de que sea amigable o sana ambientalmente NO es necesaria ni indispensable para mantener la sustentabilidad ecológica.  

El autor de la nota en un bosque quemado en el Alto Mayo

Por lo tanto la dimensión ecologica del desarrollo sustentable es  una propiedad de los ecosistemas y  no del ser  humano”. 

Pero: ¿Qué es el Ser Amazonía?, apretada y pretenciosamente se podría proponer que: Es el mega organismo VIVO y UNITARIO, en el seno del cual habitamos e interactuamos innumerables formas de vida. La Cuenca Amazónica genera una serie de condiciones y recursos que son vitales para la existencia, reproducción y sobrevivencia de la más importante mega diversidad de la tierra, fundamental para el devenir de la comunidad humana. 

La Amazonia enfrenta distintas amenazas. Se nos ha impuesto desde afuera muchos programas de desarrollo que no responden a nuestras realidades locales, ni a un conocimiento real del territorio. Se insiste en reproducir los ensayos que se llevan a cabo en otros sitios, en lugar de aprovechar los conocimientos que ya poseemos. 

Nosotros, pueblos de la Amazonia, deseamos llevar adelante nuestros propios procesos de organización y diseñar nuestros propios programas de vida. Tenemos capacidad para hacerlo, aunque se nos ha presentado como débiles, irresponsables o incluso como “salvajes”. Nuestra respuesta es que los irresponsables son otros; son aquellos que imponen sus “planes de desarrollo”, marginan la participación ciudadana, y generan la violencia o destruyen la Naturaleza. 

Nosotros tenemos una cultura ancestral que ha mantenido y respetado esa riqueza. Por lo tanto, contamos con la experiencia, la tradición y la responsabilidad para llevar adelante nuestra propia organización del territorio y de la economía, bajo el principio axiomático de que: EL TERRITORIO MANDA.  

Reconocemos que la propia diversidad de opiniones en la Amazonia hace que muchos sigan deslumbrados e ilusionados con cierto desarrollo material y consumista, pero que no eleva la calidad de vida. Nuestra respuesta es que la educación y la participación abren las puertas para ampliar y madurar esas visiones a nuevas posiciones realmente enfocadas en la calidad de la vida y la calidad del ambiente. 

Enfrentamos grandes problemas. Estamos perdiendo los bosques amazónicos con ritmos que han llegado a los 25 mil kilómetros cuadrados por año y solo en San Martin, se deforestaron más de 27% de su superficie, con un avance de 45 Ha por día. Nuestra respuesta es buscar la conformación de corredores biológicos entre áreas protegidas, homogenizar las legislaciones en torno a la extracción sostenible de los recursos naturales. 

En este camino es necesario fortalecer los espacios políticos democráticos y la participación ciudadana, en labores de vigilancia, previsión y control ambiental. La presencia de la sociedad civil es indispensable. Es a través de estos mecanismos que debemos crear nuevos y propios modelos de desarrollo. 

Asistimos a una importante reunión, San Martin es la sede de un encuentro internacional por el clima, La Amazonia y los Bosques Tropicales. Viene gente de todo el mundo para discutir estrategias de manejo territorial, motivados de buenas voluntades, preocupados por el cambio climático y que pone en peligro nuestra supervivencia como especie. Lo que ocurre es que vienen precisamente al país más diverso del planeta y paradójicamente es el más centralista y vienen a la región de San Martin desde donde y por acción de la sociedad sapiente se promovió la Zonificación Ecológica Económica (ZEE) como la herramienta para generar políticas de ORDENAMIENTO TERRITORIAL, eso fue hace 20 años. Desde aquí se logró que se consagre como legislación nacional y precisamente por ese hiper centralismo, que mantiene a casi todo el territorio nacional en situación de sometimiento al estado central, no se logró una eficaz utilización de la norma y se sigue depredando nuestros bosques. 

La lección aprendida, o la reflexión planteada es que nada se conseguirá, si es que el estado en todos sus niveles no define políticas públicas que promuevan, dicten y obliguen a promover el desarrollo sustentable mediante una intervención virtuosa y sapiente del territorio. EL estado tiene EL PODER, cuenta con una serie de instituciones para ejercer control y dirección y al frente a la SOCIEDAD CIVIL que no tiene más poder que sus conocimientos, propuestas y necesidad, frente a ese gigantesco ente que es el estado. Por ello es por lo que nació el mecanismo de las ONGs, que en muchos casos (salvo honrosas y pocas excepciones), encontraron en esta catástrofe ambiental un buen filón para parasitar la nobleza de los pueblos desarrollados que sostienen con sus recursos a tales organizaciones. 

Creemos que necesitamos mejorar los mecanismos de gobernabilidad en los espacios amazónicos, potenciar las visiones de futuro, inspiradas en la tradición amazónica de brindar “un buen consejo”, y el aporte de los amazónicos por adopción; también se trata de lograr eficiencia en la gestión pública. Todo esto requiere de mayor autonomía en la toma de decisiones, además de una integración política desde la perspectiva amazónica con criterio de cuenca, de tal manera que mejore la articulación entre los distintos niveles de gobierno. 

Ayer estuve con algunos de los participantes del conclave, qué duda cabe, que en los ojos de muchos vi la sinceridad y angustia por la catástrofe y que se ira agudizando, porque este “derrumbe ambiental” parece no tener solución mientras EL ESTADO con su INMENSO PODER: Ministros, Gobernadores, Alcaldes, Poder Judicial, Fuerzas Armadas y Policiales, tesoro público, etc. no entiendan la gravedad de la situación y establezcan POLITICAS PUBLICAS asistidas, en toda línea y orden de cosas, por el aparato, legal y COHERCITIVO con que cuenta.  

Mañana será otro día y vendrá otro año, muchos más: LA AMAZONIA, estará más desertizada, será menos pródiga, tendremos más pobreza, peor clima… pues el SER AMAZONIA tendrá más profunda y dolorosa agonía. 

Aun así: BIENVENIDOS visitantes, ojalá podamos instrumentar el Plan de Acción de Manaos