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domingo, mayo 18, 2025
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El dedo en la llaga

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El dedo índice del ser humano cumple variadas funciones, que van desde las más banales e incluso prosaicas u obscenas hasta las más preclaras , cuando se levanta el dedo acusador que señala al o los autores de acciones que ofenden o dañan gravemente el honor o la dignidad de personas o instituciones. Éste es el dedo acusador, que no siempre surte efecto cuando el que lo esgrime tiene el otro dedo índice en algún lugar inconfesable mientras se erige en intachable guardián de la moral pública (y privada).

También se utiliza cuando el ciudadano peruano va a cumplir con su derecho (¿o su deber?… nunca lo sabremos hasta que el voto sea voluntario) a votar, y para dar fe ante las incorruptibles autoridades policiales y electorales se le introduce el dedo (el suyo, no el del jefe de mesa) en un frasco de tinta que lo deja marcado como en un mini Auschwitz, que por suerte sólo dura por lo general menos de 24 horas.

Sea como fuere, la función del dedo índice es mucho más importante que lo que parece a primera vista (o tacto, según se le use). Por ejemplo, en los últimos tiempos ha servido para que, debido a la coyuntura electoral, se hayan erguido multitud de dedos acusadores provenientes de los más variados colores del espectro político, acusando a sus adversarios de las más disparatadas acciones, a veces contra el honor, a veces contra el Estado, a veces contra sus propias contradicciones, y, en fin, se señala con el dedo al que no se quiere o se quiere sepultar bajo un alud de acusaciones.

Algunos, débiles de espíritu, caen en la trampa y se dejan amedrentar y hasta renuncian a sus pretensiones electorales, otros, más duchos en estas lides, pasan a la contraofensiva y acusan a los instrumentos de sus enemigos, como algunas encuestadoras, de negociar vilmente con las encuestas, tal como, según las acusaciones de otros ellos mismos habrían negociado con “indultos deshonestos”.

Algunos se yerguen como la novedad juvenil y moral y luego acuciosas periodistas muestran pruebas escritas de que han formado parte del cogollo de la presidenta Nadine y de ser el “topo” que el gobierno quiere infiltrar para que le garantice la impunidad.

Otros, dicen ser peruanos y hasta amazónicos cuando basta verlos y escucharlos para darse cuenta que tal vez hayan nacido en alguna burbuja en medio de la selva con el sello “Made in USA”, y otros que viven en España y son hasta marqueses por gracia del Rey y de Nuestro Señor Jesucristo, -aunque se declaran agnósticos- se permiten poses de moralistas cuando no han tenido el menor empacho en decir que sus 50 años de matrimonio con su prima hermana, ésta buena mujer no le ha dado la satisfacción que actualmente le proporciona la ex esposa de un famoso cantante…

En todo esto el dedo índice juega un papel muy importante, salvo cuando, entre acusación y acusación, el Gran Acusador aprovecha un momento de distracción para sacarse de la nariz ese moco que tanto le está molestando hace rato. Luego, vuelven a la carga y no sólo se acusan entre ellos, surgen multitud de acusadores: periodistas, juristas, congresistas, ministros de estado, faranduleros, gestantes histéricas, “opinólogos”, politiquerólogos”, especialistas en revocatorias y en exclusiones, “tachadores” y toda una variada fauna muy preocupada en señalar los defectos de sus adversarios para echarlos abajo, sin mirar por supuesto las tremendas vigas que tienen bajo sus párpados.

Pero ninguno pone “el dedo en la llaga”, es decir en la llaga que carcome a este país enfermo de corrupción desde sus lejanos comienzos y cuyas emanaciones purulentas se expresan a través de la más asqueante hipocresía de algunos “moralistas” que por ejemplo se rasgan las vestiduras por los errores ajenos, pero como se muestra en la película ganadora del Oscar, “Spotlight”, lo que hacen es ocultar los crímenes de los suyos, perpetuando situaciones que claman al mismo cielo, como lo ha reconocido hidalgamente el Papa Francisco. Son estos mismos los que prefieren que una mujer muera al dar a luz a que su embarazo se interrumpa por razones médicas.

Por eso es que ha sido reconfortante para muchos el haber podido apreciar ayer en el Diario Oficial “El Peruano” una muestra -quizás la única en años- en que el dedo índice ha sido utilizado con la verdad y sin mentiras ni hipocresías de ninguna clase, como las que los que detentan el poder nos tienen acostumbrados. Por fin han salido del closet ( es un decir) y nos han señalado con precisión taxativa hacia qué parte del cuerpo –individual y social se dirige exactamente ese dedo cuando emiten sus resoluciones y toda la inmundicia de papeleos que sumergen al ciudadano común –y hasta al no muy común- en un infierno kafkiano.

Una merecida felicitación al Diario “El Peruano” por –después de 195 años de vida republicana, haber, por primera vez, sido sincero con sus lectores –que se supone somos todos los peruanos – y habernos indicado con exactitud casi quirúrgica dónde es que, desde hace siglos, las clases dominantes de la política y la economía nos vienen metiendo el dedo.

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