La vida es muy rápida; hace que la gente pase del cielo al infierno en cuestión de segundos. Cuando no está contigo, descansas, encuentras “aire” y te relajas. Para amar no hay que “morir de amor”… sufrir, desvanecerse, o perder la identidad: eso es intoxicación afectiva. Si duele, sin duda no es amor.
“Durante toda mi vida he entendido el amor como una especie de esclavitud consentida”, relata Paulo Coelho en su obra “Once Minutos”
Ella se enamoró de la peor manera, sin duda era más tóxico que un raticida y se enfermó el resto de sus días junto a él. El sarcasmo, la burla, y la manipulación, destruyeron su autoestima y su capacidad de decidir. Evidentemente uno se involucra en una relación tóxica al comienzo, por amor.
Cuando confundimos el enamoramiento con el amor, llegamos a justificar el dolor, el arrebato, la exaltación y terminamos enredados en una telaraña, que termina asfixiando y dejando un sabor amargo en la vida, pero sin embargo seguimos pensando que: “así es el amor”.
En mi vida me he topado con relaciones tan tóxicas que me he preguntado
¿Cómo diablos llegaron a estar juntos? No era normal, los celos enfermizos, la posesividad y las constantes escenas de drama convertidos en violencia, eran justificados con frases como “si me cela me ama” “lo hace porque me ama” “su intensidad me atrae” o “sin él no puedo vivir”… esa desesperación obsesiva de contestar las llamadas, simplemente para no hacer que él o ella se enoje y active un huracán o la tormenta más violenta, capaz de destruir todo lo que está a su paso, inclusive el amor entregado en bandeja de plata.
Ya no eres tan sexy como al principio, el sexo no tiene el fuego que encendía lo más interno de su ser, eres una más, un sillón de accesorio de la casa, como al perro que se saca a pasear porque debes hacerlo.
El amor es reemplazado por sentimientos de repudio. La violencia llega a entrar por la puerta y subirse a tu cama. Los golpes, los moretones, los jalones del pelo, son válidos, porque él siente que el sexo es mejor si es salvaje y si sangras, el dolor justifica la tortura, pero tortura no es amar.
Cuando se rompe el hilo del equilibrio entre dar y el recibir y el amor se transforma en un hábito que se convierte en una verdadera dependencia afectiva que cierra su cerco de espinas alrededor de la persona y la rosa se va marchitando. Entonces aparece el “mal de amores”, “intoxicación de amor”, “droga de amor”, o si se quiere llamarle de una forma menos romántica y más científica: “dependencia afectiva”.
Cuando el amor ya no basta o nos llegan a amar del modo más letal, haciéndonos infelices y quitándonos el aliento, el respeto, ofreciéndonos sólo celos y desconfianza, es cuando empezamos a vivir una relación tóxica, y ¡Urgente! un raticida, porque cuesta mucho despertar, quitarse las vendas y abrir los ojos.
Es una sensación de placer y euforia totalmente desproporcionados, que se experimenta en la relación.
Como las drogas más letales, también invita a la necesidad de aumentar la dosis. El tiempo en pareja aumenta, se pierde el contacto social y a su vez, aumenta el control de las actividades de la pareja. Y así, hasta el pastel favorito, termina hostigando.
Las puertas se convierten en muros, la independencia quedó atrás, no tienes decisiones propias y tu rutina es solamente él o ella. La nulidad aparece. Tienes que cuidar tu estilo de ropa, porque puede molestarle. Empiezas a limitarte en cosas que antes eran normales para ti: el maquillaje, el uso y privacidad de tu teléfono móvil, el llegar un poco más tarde a casa. Estás solo por su “amor”, por el sexo y la esclavitud consentida que se queda como huésped eterna en esa cama del amor. De un día para otro, empiezas a ver muros en ilusiones que antes te eran propias.
Las ansias de posesión se reduce a tu vida dirigida con un control remoto, ellos tendrán el poder absoluto de ti y de tus decisiones. Si no haces lo que tu pareja te pide, utilizará las peores artimañas para hacerte sentir culpable, victimizándose y haciéndote creer que tú eres la culpable de todo.
La dolorosa obsesión, los celos enfermizos y el querer retener a la fuerza al ser amado, eso duele. ¡El amor no duele!
“El amor es como un hermoso pájaro, no debemos encerrarlo, como si el corazón fuera una olla de presión, porque allí encerrado y atrapado, no podría mover sus alas, no cantaría, se asfixiaría y se moriría” (Doral).
Por eso, cuida ese hermoso pájaro…