En reciente entrevista al diario La República, el politólogo y docente universitario habla sobre las últimas decisiones que ha tomado el Congreso en torno a la aprobación de reformas, entre ellas, la eliminación de las PASO y el intento de remover a los miembros de la JNJ.
¿Son grupos muy impopulares y resistidos?
Débiles. Son fuertemente impopulares y débiles… En resumen, no se puede hablar de triunfo. Ojalá avancen las investigaciones, ojalá se puedan ver, en un mayor nivel y mayor claridad, todos estos pactos para proteger a la corrupción. No olvidemos que todo esto empieza con el narcotráfico, como un montón de cosas en el Perú. Y ojalá este país más institucional, académico, periodístico, tenga la capacidad de darse cuenta de que muchas de sus guerritas son absurdas y que lo que está en juego es el avance de intereses criminales, corruptos y mafiosos. No estamos hablando de un juego democrático normal, con bandos e ideologías.
¿Esperaba más gente en la calle en estos días?
El hecho de que no haya reacción ciudadana, como no la había en Panamá hasta hace unos meses, o en Colombia hasta hace unos años, no quiere decir que, en algún momento, las personas puedan molestarse. Esta semana el Congreso ha jugado con fuego. Se ha confiado en que la gente no reacciona. Ayer (viernes) fui a la protesta. Es verdad que lo de la JNJ ya se había cancelado, pero igual era pequeña. Lo mismo pasó en los días anteriores, cuando esta agenda del Congreso…
¿Debería congregar a mucha más gente?
Así es. Y eso ha llevado a una confianza excesiva, con argumentos absurdos, del tipo “las encuestadoras ocultan la verdadera popularidad”. Ya se ha vuelto hasta arrogante el asunto. En teoría vamos a tener un momento de relativa calma y es un buen momento para recordar que en algún momento esto se puede quebrar y ponerse bien feo. Ahora que pasó la ola, ojalá reflexionen con lo que podría pasar con una popularidad del 8% frente a temas que insultan a la ciudadanía, como sus sueldos o el blindaje entre ellos. Ya son repudiados, hay quienes ni pueden ir a sus regiones. Entonces que piensen a dónde pueden llevar al país. Los congresos anteriores también eran repudiados, pero al menos sancionaban a quienes se robaban los sueldos de sus trabajadores. Eso ya no pasa. El Congreso está jugando con fuego y destruyendo el futuro del país y el Ejecutivo está dejando que lo haga. Y, como sociedad, hay que reflexionar qué hemos hecho para que ni siquiera haya confianza en quienes alertan. Algo está mal. A estos personajes desprestigiados se les podría parar con una marcha de 15.000 o 20.000 personas. ¿Por qué no sucede? Hay que mirarlo con humildad y cuidado.