Entonces, tal vez solo sea cuestión de suerte o que los mejores se pongan de acuerdo para salvar al país de sufrir un deterioro aún mayor.
Por: Patricia Teullet.
«En su gran mayoría, los congresistas (…) no son necesariamente representantes de los grupos ilegales que promueven o protegen. Han llegado de alguna manera al Parlamento y es allí donde han sido “captados”, utilizándose sus servicios a cambio de dinero u otras prebendas; digamos que se han ido vendiendo al mejor postor», indicó Patricia Teullet.
Hoy, con magras tasas de crecimiento que no se espera que mejoren mucho en los próximos años, estamos sufriendo las consecuencias de haber descuidado el ámbito político, dejando que quienes gobiernan el país sean básicamente impresentables, por decir lo menos.
Hace algunos años, cuando el país crecía sostenidamente a tasas elevadas mientras la situación política se deterioraba, solía decirse que política y economía iban “por cuerdas separadas”. Hace relativamente poco nos dimos cuenta de que el crecimiento y bienestar económico a largo plazo no eran sostenibles sin una alineación de buen manejo económico y también político. A ello quisiera agregar una reflexión que recientemente escuché de Diego Macera respecto a cómo habrían ido las cosas en esos años de buen desempeño económico si también nos hubiéramos ocupado del buen manejo político. Probablemente, hubiéramos crecido más, reducido más la pobreza y sentado las bases para un futuro mejor.
Hoy, con magras tasas de crecimiento que no se espera que mejoren mucho en los próximos años, estamos sufriendo las consecuencias de haber descuidado el ámbito político, dejando que quienes gobiernan el país sean básicamente impresentables, por decir lo menos.
Ya sabemos que tenemos un Poder Ejecutivo que, en el mejor de los casos, podemos calificar de incapaz y un Congreso cuyos representantes velan por sus propios intereses o se venden al mejor postor, promoviendo desde la informalidad hasta el crimen. Esta situación se ha ido dando conforme transcurre el tiempo y se presentan a los congresistas oportunidades de ganancias por defender a determinados grupos que pagan para ello, llámese transporte informal, minería ilegal o narcotráfico, por citar solo algunos ejemplos. Desafortunadamente, para el próximo congreso esto puede empeorar, y es muy probable que lo haga.
Lo dicho: por el momento, en su gran mayoría, los congresistas vienen aprovechando oportunidades, y no son necesariamente representantes de los grupos ilegales que promueven o protegen. Han llegado de alguna manera al Parlamento y es allí donde han sido “captados”, utilizándose sus servicios a cambio de dinero u otras prebendas; digamos que se han ido vendiendo al mejor postor. Por la manera en que han evolucionado las cosas, los próximos parlamentarios llegarán ya habiendo sido comprados por los intereses que deberán representar.
A ello ayudan las normas que impiden a la empresa privada el financiamiento transparente de campañas políticas, hecho agravado por la persecución a la que están sometidos incluso quienes financiaron cuando esto era legal. Debido a ello, es poco probable que recursos privados de origen legal sean destinados a financiar a los partidos políticos. Con ello, se ha dejado el espacio para que los ilegales, que no tienen nada que perder, coloquen a sus candidatos en el Parlamento y, quizá, incluso en la Presidencia.
Con los cuarenta partidos que se espera que se presenten en las próximas elecciones, no parece haber forma de controlar este desenlace, al menos de manera seria y ordenada. Quién sabe, entonces, tal vez solo sea cuestión de suerte o que los mejores se pongan de acuerdo para salvar al país de sufrir un deterioro aún mayor.