Entre los imponentes aguajales del Alto Mayo, un aroma dulce y envolvente anuncia la llegada de un cultivo que promete cambiar el destino de esta región amazónica: La vainilla pompona.
Su crecimiento no ha sido espontáneo ni fortuito, sino el resultado de la paciencia, el conocimiento y la determinación de personas como Bercelia Mestanza, quien encontró en la naturaleza las claves para su domesticación y producción a gran escala.
Los bosques húmedos de esta zona han brindado el escenario perfecto para que la vainilla amazónica encuentre su espacio y despliegue todo su potencial. Atrás quedaron los tiempos en que su presencia era solo un hallazgo silvestre. Hoy, gracias a la organización Vainilla Perú y al trabajo de fincas como Don Pepito y emprendimientos Wawki, este codiciado producto ya cruza fronteras, deleitando a mercados internacionales donde la vainilla es un ingrediente esencial.
El proceso de cultivo es minucioso y requiere de una dedicación casi artesanal. La polinización de la orquídea de vainilla pompona se realiza manualmente, un trabajo meticuloso en el que Dino Cabrera, Arturo Rivas y la propia Bercelia Mestanza invierten su esfuerzo y conocimiento.
La flor, de un amarillo vibrante y exótico, es la antesala de un fruto que, tras un paciente proceso de cosecha y curado, se transforma en vanillina, el preciado compuesto que da sabor y aroma a productos gastronómicos, helados y cosméticos en todo el mundo.
Más que un cultivo, la vainilla en el Alto Mayo es un renacer. Una iniciativa que no solo rescata un tesoro botánico de la Amazonía, sino que también posiciona a la región como una futura potencia en su producción. Con cada vaina cosechada y cada mercado conquistado, este emprendimiento deja claro que el aroma de la vainilla amazónica ha llegado para quedarse. Por: Jhon C. Prada C.