Si existió un político que despertó simpatías incondicionales y odios tenaces, ese fue, sin duda, Víctor Manuel Arévalo Delgado, tal vez el más ilustre en la historia sanmartinense. Sus ancestros se vinculan con los Arévalo, los Delgado y los Morey. Hijo de Manuel Arévalo Orbe y María Alegría Delgado Morey, Víctor Manuel nació el 30 de setiembre de 1985 y falleció en Lima el 4 de agosto de 1964, y tuvo una carrera fructífera desde diputado constituyente hasta senador de la república, en esas épocas en que para ser político se necesitaba tener preparación, cultura y nivel personal. Eran otros tiempos. Desde 1919 hasta 1962 su permanencia en la política nacional marcaría un hito insuperable donde dio muestras de calidad humana, competencia y tremenda vocación de servicio.
No abundaré en detalles sobre su biografía porque los escritos de Federico Sarmiento Marchese y otros, que pueden encontrarse en la red, contienen información sobre este egregio personaje, quien solía conversar con mi abuelito Rodolfo Arévalo García –su primo—y con mi tío Víctor Hugo Arévalo Tenazoa –su sobrino–. Sin embargo, su larga permanencia en la política regional, desde 1919, con Augusto B. Leguía, y terminando como parte del movimiento de Manuel Prado, devino en lo que sus opositores denominaron el “caciquismo”. El diario El Sol, de Pedro Emilio Torrejón Reyna, sería un tenaz opositor de Víctor Manuel Arévalo, al que se sumaron tres jóvenes sanmartinenses, siendo ellos Manuel Tafur Ruíz (Tarapoto), Gonzalo Hidalgo Iberico (Rioja) y Luis A. Sánchez Bartra (Tarapoto), quienes, desde la glorieta central de la plaza de armas de Tarapoto, pronunciaban catilinarias en contra del senador Arévalo y tanto que cuando el senador iba a la reelección para el periodo 1962-1968, en la mañana del domingo 04 de marzo de 1962 una furibunda pedrea y refriega en su contra, mientras daba un discurso desde la glorieta central de la plaza, marcaría el fin del arevalismo. Fui testigo de ese momento.
La presencia de Víctor Manuel Arévalo fue vital para el desarrollo del departamento de San Martín, gracias a las influencias y buenas relaciones que cultivó, con la ayuda de su hermano, el diputado Jorge Arévalo Delgado (1956-1962), de quien ya contamos la anécdota esa en que un guardia civil se terminó comiendo los pavos que los moyobambinos le regalaron al diputado. Pero un hecho que recoge el semanario San Martín, en su edición del sábado 15 de noviembre de 1941, es el homenaje que los pueblos de San Martín le rinden al ilustre senador Arévalo por su cumpleaños, enviando sus representantes a la capital de la república. Por la provincia de Moyobamba, el delegado fue don Julio Samaniego Paz; por Tarapoto, don César Gordillo y por Huallaga, don Estanislao Amayo. Los delegados fueron recibidos en Lima, en la misma residencia del ilustre senador el 30 de setiembre de 1941, a las nueve de la noche, para hacerle entrega de un álbum, un pergamino y una tarjeta de oro, como muestra del cariño de los pueblos del departamento de San Martín. Ha quedado para la historia el discurso de Julio Samaniego Paz, que en otro momento transcribiremos, quien, al dirigirse al senador, le dice: “Mi estimado y antiguo amigo, Dr. Víctor M. Arévalo, senador por San Martín”. (Comunicando Bosque y Cultura).