A propósito de la severa crisis del servicio del agua, observamos en los barrios y sectores a más de un regidor acompañando la distribución del vital líquido a las familias mediante las cisternas.
Puede parecer un gesto sincero o forzado, pero, al fin y al cabo, se valora esa voluntad de salir a las calles a repartir agua, colaborando así en la mitigación de este crucial problema que tiene paralizada la ciudad sin agua y desagüe.
Pero también hay que decir con claridad, que esta responsabilidad es básicamente de los trabajadores de la UNOSA y del propio alcalde, pero no de los concejales, quienes, si hubiesen tenido un rol estrictamente fiscalizador y vigilante (como manda la Ley Orgánica de Municipalidades) hubieran advertido y evitado que se susciten las recurrentes emergencias y otras anomalías de presunta corrupción que vienen enlodando el accionar del gobierno local. El no haberlo hecho (por inacción, incapacidad o ¿confabularse con el poder?) les convierte en cómplices de todo lo que viene pasando con grave afectación al bienestar de la población.
Igualmente, en esta dura coyuntura, más que asumir poses demagógicas y de figuración repartiendo agua en los barrios y calles (que no es su competencia), debieron, en todo momento, pedir explicaciones y deslinde de responsabilidades en torno a esta emergencia, y no tener que hacer el triste papel de «repartidores» para así justificar su inoperancia y tratar de ganarse la aprobación de la gente. Situación tal que también los hace encubridores de este flagrante nivel de dejadez e ineficiencia municipal. Por: Carlo Augusto Pérez