Cartagena de indias, octubre del 2019. En traje y a 40º rumbo al Hotel Hilton donde se va a inaugurar la Conferencia Interamericana de Contabilidad (CIC 2019). Mientras camino pienso en mi esposa que supo dispensar mis ausencias en estos últimos meses entre viaje y viaje y recuerdo que me dijo “concéntrate”, así que me conecto de nuevo a lo que vine y llego raudo al inicio del evento. Con convicción el presidente de la Asociación Interamericana de Contabilidad (AIC) nos manda la pelota y nos encomienda, “Los Contables deben ser barreras infranqueables contra la corrupción”, Esto puede sonar extraño viniendo de alguien que dirige una organización comprometida con la transparencia y la rendición de cuentas en la gestión de las finanzas públicas y privadas, porque nunca erradicaremos por completo la corrupción. Sin embargo, es claro que nos pone en acción y nos pide que trabajemos para limitar las oportunidades de corrupción, pero se suma y dice “Debemos trabajar para privarla de oxígeno”.

La corrupción se esconde en las sombras de todas las economías locales, nacionales e internacionales. Todos los mercados, organizaciones y culturas enfrentan diferentes niveles de exposición al fraude y la corrupción. No todo es intencional: podría provenir de la incompetencia, de la falta de comprensión de los controles y procesos internos o de la promoción de profesionales o de miembros de una familia sin la responsabilidad adecuada. Seamos sinceros, todos sabemos que la corrupción está motivada por dos factores: la necesidad y la codicia, ambos son poderosos y pueden influir fácilmente en la conducta de una persona y dependen de la coyuntura, de la situación. Los que dirigen las empresas pueden encontrarse con funcionarios que saben la necesidad de que se “agilice” el pago de una factura o la firma de un contrato. Los funcionarios e incluso los que dirigen las empresas buscan más poder y la codicia entra en acción. Lo vemos todos los días en las noticias, muchos lo viven día a día en sus negocios y actividades. La corrupción se convierte entonces en un círculo vicioso del que es difícil escapar: cuanto más te enredas en él, más difícil es liberarte.

El presidente de la AIC nos sigue enviando frases yugulares “los contables somos agentes de cambio, que debemos generar confianza a través de buenas prácticas”. Entonces se nos viene la pregunta, ¿cómo podemos convertir este círculo, que solo beneficia a unos pocos, en un círculo virtuoso de integridad que beneficie a todos? El primer paso es reconocer la difícil realidad de que la corrupción está en todas partes. El siguiente paso es la prevención. Cuanto más tiempo y esfuerzo dediquemos a prevenir la corrupción, menos atractivo será el entorno que crearemos para aquellos que buscan actuar de manera ilegal o irresponsable.

El entorno en el que la corrupción prospera a sus anchas es cuando hay pánico público generalizado, confusión y desesperación. Mientras los gobiernos de todo el mundo luchaban desesperadamente por adquirir medicamentos y equipos durante la pandemia de COVID-19, a menudo terminaron gastando millones en contratos cuestionables. En nombre de una crisis nacional se dictaron medidas de emergencia que vulneran los controles y seguir los procedimientos de adquisición pasan a un segundo plano para resolver los problemas más rápido. Sin embargo, no terminamos de salir de otra crisis, que es la crisis política, que es un escenario que no mata a millones de personas pero que aumentan la desigualdad social, que es la consecuencia no de la crisis, si de la corrupción.

La corrupción tiene graves consecuencias en el sector público. Las instituciones que son víctimas de fraude o negligencia se perjudican aún más con las largas investigaciones, denuncias y esfuerzos para tratar de recuperar los fondos perdidos. Pero estas actividades de recuperación, sin la certeza de éxitos utilizan recursos y fondos del mismo estado, que bien podrían haberse utilizado de manera directa en la mejora de calidad de vida de la sociedad. Un enfoque mucho más rentable es prevenir la corrupción en primer lugar, aunque tampoco es una tarea fácil.

Una buena parte del trabajo es que debemos disminuir el déficit de control y aumentar la ética en los negocios y la gestión pública y para esto último necesitamos poner el foco en la educación. Esto significa capacitarse en nuevas plataformas tecnológicas o en cómo identificar riesgos y mitigarlos, la educación es nuestra arma más poderosa en nuestra lucha contra la corrupción. Cuanto más podamos educar, más podremos prevenir. Si la educación es nuestra primera línea de defensa para prevenir la corrupción.

El profesional de las finanzas es el siguiente protagonista, pues son ellos los que pueden garantizar que la rendición de cuentas, la transparencia y la buena gobernanza, para que sean los sellos distintivos de una buena gestión de las finanzas públicas. Esto nos ayudará a iluminar las sombras donde prospera la corrupción.

La profesión contable, ya sea del sector público o privado, tiene un asiento de primera fila en la prevención e investigación de la corrupción. Una buena gestión contable financiera genera confianza entre las comunidades, las organizaciones y los gobiernos. Las áreas de control interno tanto en el sector público y privado les dará a las personas la confianza en que las brechas donde la corrupción respira van a ser reducidas significativamente.

La sociedad, los colegios profesionales y los profesionales deben combatir la corrupción en todas sus formas, no solo las profesiones contables que, si bien la profesión contable es una parte importante de la solución, no puede tener éxito por sí sola, los contadores no pueden salvar el mundo. El éxito solo se logrará con otros socios clave, como agencias gubernamentales, líderes políticos y la colaboración del sector público/privado. La capacitación y educación del personal de una organización, desde el conserje hasta el director general, también desempeñará un papel vital para lograr el éxito.

Es importante recordar que las consecuencias de la corrupción pueden no ser siempre solo financieras; también representa un riesgo significativo para la reputación. Las empresas con buenas prácticas a están equipando a sus profesionales con todas las habilidades que necesitan para identificar riesgos y cerrar las brechas que dejan a sus organizaciones vulnerables a la corrupción. La prevención, unida a la investigación, forman las dos caras de una moneda muy importante y en ese sentido hay que agregar que la globalización casi obliga a las empresas a tomar una postura transparente.

Al trabajar juntos y comprender el poder de la educación, podemos acercarnos un paso más a acabar con las prácticas corruptas. Terminemos con el círculo vicioso que solo beneficia a unos pocos y creemos uno nuevo, un círculo virtuoso que nos beneficie a todos, recordemos que las organizaciones no nacen corruptas, se corrompen. Y para el caso de las empresas privadas, recordarles que el objetivo no es el “éxito a cualquier costo”. Esto es sumamente difícil, pero hay que reflexionar las palabras del presidente de la AIC en Cartagena, en el final de su discurso nos dejó boquiabiertos diciéndonos “son los actos de coraje que generan personas valientes y son los actos de templanza los que forjan el carácter y luchar contra la corrupción es de personas valientes y con carácter”. Todo esto lo escribí en mi libreta de notas.

Giuliano Díaz