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domingo, julio 6, 2025
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Faenas comunales

Por Luis Ordoñez

En esta inauguración, la mayoría de los pobladores expresa su alegría. “Fue larga la espera y las autoridades hicimos muchas gestiones hasta ver hecha realidad la ejecución del mejoramiento de nuestra trocha carrozable”, es el contenido central del discurso del Agente Municipal de la comunidad. La gente aplaude y luego se comparte suculento almuerzo con los representantes provinciales.

Pasan las semanas, los meses y las lluvias tropicales mojan la trocha carrozable mejorada. Caen piedras, abundante tierra y hasta árboles con todas sus raíces del frágil talud (Cerro que queda del corte de tierra al hacer una carretera) cerrando las cunetas. Los comuneros pasan y repasan por la vía, que ahora la pista que fue aplanada con rodillo ya no está tan pareja, muestra huecos por todas partes. Meses después, con la llegada de más copiosas lluvias, las cunetas llenas de piedra, lodo y palos, simplemente no cumplen su función de llevar las abundantes aguas de lluvia a la parte baja, donde están las alcantarillas, para dar paso las aguas de lluvia a los riachuelos y quebradas. Con la obstrucción de las cunetas en casi todo el tramo de la trocha carrozable, las aguas de lluvias ingresan a la carretera, como explorando con brío nuevas áreas, como fiera hambrienta se come un buen bocado de carne fresca. Muy a su pesar, estas aguas que se pasean contentas por la pista nueva, forman grietas, zanjas y hasta provocan serios derrumbes que se comen la carretera.

La trocha carrozable que fue inaugurada con alegría, ahora de nuevo está maltrecha, intransitable. La gente sufre, porque ya no pueden ingresar los automóviles. Las camionetas doble tracción lucen sus potencias, formando de a pocos profundas huellas.

“Tenemos que exigir al Alcalde el mejoramiento de nuestra carretera” habla un comunero del caserío en su intervención en la asamblea comunal. “Si pues, y a  los candidatos también” responde otro asambleísta a voz en cuello. “Pero, señores de la comunidad, no les darán presupuesto, porque esta  obra fue inaugurada hace menos de un año” añade un invitado. “¿Cómo sabe usted?” recibe la pregunta inmediata de una autoridad. “Porque la Ley de Presupuesto así lo establece. Tienen que pasar, si mal no recuerdo, alrededor de cinco años de inaugurada la obra para que se pueda aprobar otro presupuesto del Estado para realizar el mismo trabajo”. Hay un silencio casi sepulcral en el amplio ambiente de la casa comunal. Los campesinos se miran la cara unos a otros, están como si sus lenguas les fueron amarradas. “¿Está usted seguro?”, rompe el silencio un morador. “Sí señor. Esa es la realidad” responde el invitado en el acto. Sigue el silencio, hasta que el habitante fundador del caserío interviene, poniéndose de pie y a voz pausada: “Señores. Yo ya estoy viejo y llevo a cuestas décadas de vida difícil en nuestra comunidad; y ahora, gracias por darme la oportunidad de hablar. Todos los comuneros somos conscientes de lo difícil que ha sido conseguir el presupuesto para el mejoramiento de nuestra carreterita. En efecto, el gobierno local provincial, también hizo lo suyo, buscando y consiguiendo el financiamiento en otras instancias.

Como les dije en su oportunidad, hecha la obra, correspondía a la comunidad participar de manera activa y decidida en su mantenimiento, al menos para prolongar su vida útil, tomando en cuenta que nos encontramos en la selva y en época de lluvias. ¿Qué hicimos? Nada. Cuando estaba nueva, pasamos y repasamos a toda velocidad como si la pista fuera pavimentada. Pero, luego de semanas y meses los derrumbes de los taludes eran frecuentes, que iban tapando de a pocos las cunetas. Las aguas de lluvias discurrían zigzagueantes cruzando desafiante la calzada. Quiero que alguien de ésta magna asamblea me diga: ¿Qué hicimos? ¿Hemos sido capaces de sacar siquiera una piedrecita de la cuneta? ¿Extrajimos siquiera una porción de barro de la cuneta? ¿Separamos siquiera una ramita caída a la cuneta? No mis queridos hermanos campesinos. No. No hicimos absolutamente nada. Cuando conversé con la mayoría de ustedes sobre este tema, la respuesta casi unánime era: Que haga la Municipalidad. Que hagan los candidatos si quieren nuestros votos. Que haga el Gobierno Nacional. Que haga el Gobierno Regional.

¿Qué les parece? Por supuesto que nuestra inacción de mantenimiento está muy mal, aquí y en cualquier parte del mundo. En su momento les dije que hagamos faenas comunales para limpiar las cunetas, porque esta obra hermanos es nuestra ¿Y quién va mantenerla o cuidarla si no lo hacemos nosotros? En nuestros lejanos tiempos, cuando los gobiernos nacionales, regionales y locales no tenían presupuestos, en faenas comunales trimestrales, todos los moradores del caserío hacíamos el mejoramiento de este camino de herradura, porque en aquel entonces ésta vía no era carrozable, no había plata pues. No sé desde cuándo, no recuerdo bien, hemos dejado la buena costumbre de hacer nuestras FAENAS COMUNALES ordinarias. Ahora veo, que nos estamos acostumbrando que nuestras tareas nos las hagan otros. Esa no es buen presagio. Debemos ser solidarios y vivir en auténtica comunidad”.

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