por: Ana Reyes Otiniano
Fotografía: Daniel Pappas
Fotografía: Paz y Esperanza
La cosmovisión de los pueblos originarios de esta Amazonia-andina concibe una triada sobre la cual se construyen nuestras relaciones y actividades socio-económicas: los seres humanos, las deidades (espíritus) y la naturaleza. Esta relación que también se puede traducir en seres humanos, bosque, agua, chacra; elementos de vida y respeto del otro por el otro.
Una perfecta relación que Zenovia Guerra y las otras warmis de la Asociación de Mujeres Sembradoras de la Comunidad Nativa Shambuloa, provincia de Lamas funciona si se consideran los momentos determinados para la siembra del frejol o la cosecha del plátano que alimentarán a sus familias o les asegurarán algún ingreso al ser vendido en algún mercado.
Pero en esta relación, añade Zenovia, hay que tener respeto por la tierra y el agua por eso es que “no usamos pesticidas solo abonos orgánicos que no nos envenenen”.
Estas prácticas ancestrales en comunidades de la Pan Amazonia han sido reconocidas por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) y caracterizadas como Agricultura Familiar. Un sistema que además de rescatar los alimentos tradicionales, contribuye a una dieta equilibrada, a la conservación de la biodiversidad y al uso sostenible de los recursos naturales.
Según reportes de esta entidad, son al menos 500 millones de personas dedicadas a ésta actividad responsable de brindar el 70% de los alimentos que comemos cada día en el mundo entero.
Casos San Martín y Perú.
Y si en el mundo estamos así, los porcentajes registrados por el último Censo Nacional Agropecuario, indican que la agricultura familiar convoca al 97% de unidades agropecuarias de nuestra Costa, Ande y Amazonía, generando trabajo para más de 3 millones de personas. Es decir que el 83% de nuestra Población Económicamente Activa (PEA) corresponde al sector agrario.
Para Jorge Arboccó – Director de la Asociación Paz y Esperanza, en San Martín la agricultura genera el 51.8% de la PEA y contribuye con más del 30% del producto bruto interno regional. “A pesar de esta realidad y peso poblacional y económico que sostiene la mayoría de la alimentación de nuestro país, el 90% de agricultores no recibe asistencia técnica y el 92% no tiene acceso a un crédito”, señaló.
De otro lado, Roberto Lay del Instituto para el Desarrollo y la Paz Amazónica – IDPA señala que de la mayoría de los 91 mil productores agrarios más del 80 por ciento son parte de esta agricultura familiar con escaso acceso a crédito y-o en situaciones de pobreza.
Se necesita la política y la estrategia pero, también el plan de inversiones adecuado para que estas funcionen. Esto sin mencionar que tales cosas no servirían si solamente es inversión para promover monocultivos de moda para el mercado y más aún, si esta inversión no incluye la participación activa e informada de los agricultores.
Gestos que auguran el apoyo.
Quizá uno de esas necesidades se hayan cubierto con la promulgación el pasado 03 de noviembre de la Ley de Promoción y Desarrollo de la Agricultura Familiar (N° 30355) con diez artículos sobre responsabilidades del Estado para promover, desarrollar la agricultura familiar y asumir su rol en la seguridad alimentaria.
La ley se dio pero aún se espera su reglamentación, plazo que vencería a fines de enero.
De otro lado, tras el debate de la Ley de Presupuesto para el año 2016, el Gobierno destinará S/. 1,197 millones en diversos proyectos de desarrollo de la agricultura familiar, que incluyen los S/. 500 millones en infraestructura hídrica del fondo Mi Riego, según anunció brindado por el ministro de Agricultura y Riego, Juan Manuel Benites a través de su Oficina de Imagen.
¿Seguridad o Soberanía Alimentaria?
En un debate originado esta semana en el Panel sobre Agricultura Familiar y Mitigación al Cambio Climático organizado por Paz y Esperanza en la ciudad de Moyobamba; agricultores andino-amazónicos intercambiaron experiencias de manejo sostenible, se intercambiaron semillas y productos de nuestra Amazonia.
Casi todos y todas coincidieron en que al ser esta una práctica donde se conservan miles de alimentos generados siglos atrás gracias a largos e importantes procesos de investigación y aplicación de sus antepasados.
La mayoría de estos alimentos, no han sido comercializados a gran escala bajo técnicas de monocultivo, pero, algunos sí han pasado a ser parte activa del mercado mundial y se han vuelto muy famosos, como es el caso de la Quinua, la Kiwicha o el Sacha Inchi.
Al ser los y las agricultoras quienes diversifican sus parcelas e investigan en técnicas para la fertilización orgánica de los suelos aseguran un alimento sano para la tierra y sus familias combatiendo así los altos índices de desnutrición que se registran en Perú.
Rubén Chasquero, agricultor del distrito de Barranquita señala que en base a su experiencia “los agricultores ya no somos dependientes de productos químicos, nuestras semillas crecen gracias a los abonos naturales que nosotros mismos creamos en nuestros laboratorios caseros. Hemos aprendido a producir sin convertir nuestras tierras en una mercancía más y sirve para fortalecernos como comunidad”
Pero hay una característica más, el rol de la mujer en la agricultura familiar que para el especialista de IDPA pasa porque ellas accedan en igualdad de oportunidades a los medios de producción, distribución y consumo de alimento, como a la toma de decisiones. “Sin equidad de género no es posible la Seguridad Alimentaria”, señala Lay.
Esta es quizá la experiencia de la Asociación Choco Warmi de Chazuta, quienes gracias a un proceso de fortalecimiento de sus capacidades, de formalización de sus propiedades comunales y desarrollo de su asociatividad, tienen mayores oportunidades para conservar sus bosques y al mismo tiempo, mejorar sus ingresos y seguir potenciando sus conocimientos y costumbres con una nueva generación.
Experiencias que según Haroldo Salazar, especialista de la Dirección General de Articulación Intergubernamental del Ministerio de Agricultura representan que “los pueblos indígenas guardan en sus territorios la sabiduría ancestral necesaria para ayudarnos a adaptarnos y mitigar el cambio climático, son ellos los depositarios de un saber único que hoy sigue reproduciéndose en medio de sus chacras y bosques”
La agricultura familiar, mueve al país y mueve a San Martín, no podemos ser ajenos a ella, aportar para que esta sea realmente reconocida en el ámbito de nuestras políticas públicas y por cada ciudadano(a) que vivimos gracias a esta, es fundamental para nuestra supervivencia y nuestro desarrollo sostenible.