La Amazonía es en realidad un órgano del ser vivo que significa este planeta. Para explicar aquello, Antonio Nobre, científico brasilero utiliza argumentos que bastan.
Un buen día en la Amazonía, dice Antonio Nobre, un árbol llega a colocar 1000 litros de agua en la atmósfera a través de su transpiración. Son 600 billones de árboles que existen en la floresta de la Amazonía y que transpiran. Ellos generan 20 billones de toneladas de agua que diariamente son entregados a la atmósfera. ¿Con qué se compara?
El río Amazonas, el río más grande de la tierra, que transporta un quinto del agua dulce que existe en todo el planeta, echa 17 millones de toneladas de agua al Oceáno Atlántico, pero es mucho menor que el río de los cielos. Desde la Amazonía se bombea agua a todo el planeta, gracias a la Amazonía existe un orden en este mundo.
Ese es el fundamento de la Amazonía como corazón del planeta. Pero no solo como corazón, sino además como hígado, pulmón, riñón, entre otros.
La Amazonía, es pues un lugar privilegiado en el que tenemos la suerte de habitar y por tanto es también nuestra responsabilidad cuidarla. La Amazonía es un espacio que no nos pertenece. Es el corazón del mundo y nosotros actuamos como células cancerígenas.