Por: Edwin Rojas
Rebeca, es una niña huérfana que a los diez años llega a Macondo, trayendo en un talego los huesos de sus padres fallecidos (Nicanor Ulloa y Rebeca Montiel), y con el hábito de chuparse el dedo, comer tierra, y cal de las paredes. Es acogida como hija en la casa de los Buendía, y crece como hermana de Amaranta, disputándose luego, el amor de Pietro Crespi, el maestro italiano que llegó a Macondo a instalar la pianola y como profesor de danza. Pietro se compromete en matrimonio con Rebeca y Amaranta le amenaza de muerte, por lo que la llevan lejos de Macondo.
Y llega José Arcadio – El gitano
El compromiso de matrimonio duró hasta que regresó a la casa de los Buendía, el primer hijo de la familia, que años atrás se fue enamorado de una gitanita de circo. Era José Arcadio, de quien Rebeca se enamora, conmocionada por su “masculinidad inverosímil” (dice el autor) y fuerza descomunal. Repasemos como trata el tema García Márquez en el capítulo cinco de Cien años de soledad.
Capítulo cinco de la novela
(Texto resumido)
“La casa nueva, blanca como una paloma, fue estrenada con un baile y con un invento maravilloso: la pianola. La casa importadora envió a un experto italiano, Pietro Crespi, para que lo armara, y las enseñara a bailar. Era joven y rubio, y en la sala de estar contigua a la sala de visita, las enseñó a bailar bajo la amable vigilancia de Úrsula. «No tienes por qué preocuparte tanto —le decía José Arcadio Buendía a su mujer—. Este hombre es marica.» Rebeca era una adolescente espléndida, de huesos largos y firmes. Nadie había descubierto que aún a esa edad, conservaba el hábito de chuparse el dedo. Por eso había adquirido la costumbre de dormir con la cara vuelta contra la pared. Se echaba puñados de tierra en los bolsillos, y los comía a granitos sin ser vista.”
Un día: “De pronto alguien empujó la puerta de la calle a las dos de la tarde, y los horcones se estremecieron, tuvieron la impresión de que un temblor de tierra estaba desquiciando la casa. Llegaba un hombre descomunal. Atravesó la sala de visitas y fue directamente a la cocina. «Buenas», dijo. Úrsula se quedó una fracción de segundo con la boca abierta, lo miró a los ojos, lanzó un grito y saltó a su cuello gritando y llorando de alegría. Era José Arcadio. Regresaba tan pobre como se fue. Su corpulencia monumental provocó un pánico de curiosidad entre las mujeres. En el calor de la fiesta exhibió sobre el mostrador su masculinidad inverosímil, enteramente tatuada con una maraña azul y roja de letreros en varios idiomas. De eso vivía. Le había dado sesenta y cinco veces la vuelta al mundo. Rebeca sucumbió al primer impacto. Buscaba su proximidad con cualquier pretexto. En cierta ocasión le dijo: «Eres muy mujer, hermanita». Rebeca perdió el dominio de sí misma. Volvió a comer tierra y cal de las paredes con la avidez de otros días, y se chupó el dedo con tanta ansiedad que se le formó un callo en el pulgar.”
“Una tarde, cuando todos dormían la siesta, no resistió más y fue a su dormitorio. «Ven acá», dijo él. Murmurando: «Ay, hermanita; ay, hermanita». La levantó por la cintura y la despojó de su intimidad con tres zarpazos, y la descuartizó como a un pajarito. Alcanzó a dar gracias a Dios por haber nacido, chapaleando en el pantano humeante de la hamaca que absorbió como un papel secante la explosión de su sangre.
Tres días después se casaron. Alquilaron una casita frente al cementerio y se instalaron en ella sin más muebles que la hamaca de José Arcadio. Pasaron una luna de miel escandalosa. Los vecinos se asustaban con los gritos que despertaban a todo el barrio hasta ocho veces en una noche, y hasta tres veces en la siesta, y rogaban que una pasión tan desaforada no fuera a perturbar la paz de los muertos.
Quien lee Cien años de soledad buscando interpretar la geofagia de Rebeca desde punto de vista médico; o la existencia del gigante José Arcadio con sexo prominente y pasión desaforada, desde un punto de vista moralista; sin duda se va escandalizar con los textos. Porque a García Márquez hay que leerlo como el literato que logró entrelazar lo maravilloso y lo cotidiano, al límite que lo sobrenatural se vuelve natural y lo imposible en realidad. Se trata pues de “una novela total, en la medida en que describe un mundo cerrado, desde su nacimiento hasta su muerte y en todos los órdenes que lo componen – el individual y el colectivo, el legendario y el histórico, el cotidiano y el mítico –, y por su forma, ya que la escritura y la estructura tienen, como la materia que cuaja en ellas, una naturaleza exclusiva, irrepetible y autosuficiente.” (nos dice Vargas Llosa)
Bliografía
García Márquez, Gabriel. Cien años de soledad. Grupo Editorial Norma, S.A. 2007.
Vargas Llosa, Mario. Cien años de soledad. Realidad total, Novela total. Edición conmemorativa, Cien años de soledad. Real Academia Española. 2007.
Nos reencontramos el próximo sábado, con el Coronel Aureliano Buendía de más de veintidós años, pidiendo en matrimonio a Remedios Moscote, púber de nueve años de edad, que se casa a los catorce, y muere abruptamente con dos hijos en el vientre.