Leyendo a Galeano he descubierto muchas formas de dominación, además que el proteccionismo solo es aplicable a las naciones vencedoras, mientras que el libre comercio a imposición para las naciones que están “debajo de ellas”. Uno de los episodios más terribles fue el que le tocó vivir a China. A continuación, un extracto de Espejos: Una historia casi universal:
El opio estaba prohibido en China.
Los mercaderes británicos metían de contrabando el opio que traían desde la India. Gracias a sus esfuerzos, iba creciendo la cantidad de chinos enganchados a esa droga, madre de la heroína y de la morfina, que les mentía felicidad y les rompía la vida.
Los contrabandistas estaban hartos de las molestias que les causaban las autoridades chinas. El desarrollo del mercado exigía libertad de comercio y la libertad de comercio exigía la guerra.
El bondadoso William Jardine era el narcotraficante más poderoso y dirigía la Sociedad Médica Misionera, que en China brindaba tratamiento a las víctimas del opio que él vendía.
Jardine se ocupó de comprar, en Londres, a algunos influyentes escritores y periodistas, para crear un ambiente propicio a la guerra. El best-seller Samuel Warren y otros profesionales de la comunicación pusieron por los cielos a los adalides de la libertad. La libertad de expresión al servicio de la libertad de comercio: una lluvia de folletos y de artículos se descerrajó sobre la opinión pública británica, exaltando el sacrificio de los honestos ciudadanos que estaban desafiando el despotismo chino y arriesgaban la cárcel, la tortura y la muerte en aquel reino de la crueldad.
Creado el clima, se desató la tormenta. La guerra del opio se prolongó, con unos años de interrupción, desde 1839 hasta 1860.