Muchos creen que el JNE está en un callejón sin salida, porque depende de su última palabra para que Keiko Fujimori, esté o no en la contienda electoral. La gente ensaya su tesis y dice que si es excluida, se estará haciendo justicia, y si el JNE le mantiene en carrera, habrá protestas callejeras en todo el país.
Ambas situaciones tienen el peso de la probabilidad. Los peruanos quieren un cambio total en la conducción del país; queremos un nuevo sistema que se implante desde el Estado, ya no aquellos rostros que hicieron del país su mejor ensayo personal y de grupo, y mucho más todavía cuando fueron autores activos de muchos lastres sociales, económicos y políticos.
Cómo podría aceptarse que una mujer heredera del gobierno de su padre, con un cargo acusador en su contra que siendo como primera dama en el gobierno de su padre, ha saboreado toda la carga de corrupción que hicieron contra la institucionalidad del país, comprando jueces, fiscales, congresistas, el Ministerio Público, la prensa, la televisión y a tanta personalidad. Todo esto para el régimen de Alberto Fujimori, era estar en contra de la política tradicional; sin embargo, ellos, lo que cuestionaron, no solo lo aceptaron como régimen de gobierno, sino, se convirtieron peor que una política tradicional.
¿Qué capacidad moral tiene esta hija heredera de la corrupción para criticar hoy lo que ella ha vivido, convivido y saboreado? ¿Qué capacidad humana tiene esta mujer, para velar por los intereses de la misma mujer, cuando en el régimen de su padre, miles de mujeres contra sus voluntades, les malograron la vida de ser madres, para nunca más tener hijos, por esas extirpaciones lapidarias al útero, que en cuadrillas les llevaban como animales a lugares donde eran adormitadas, y no sentían absolutamente nada lo que les cortaban, luego de un par de horas despertaban para verse asombradas por la sangre que les emanaba de sus partes íntimas, quedando al mismo tiempo con fuertes dolores.
Esto debe conocer toda mujer del Perú y todo ciudadano peruano. No puede haber borrón y cuenta nueva con esta mujer. No podemos los peruanos conscientes seguir teniendo en la conducción del país a una mujer como esta que en vez de rebelarse contra su padre, se une a él, aceptando la corrupción del mismo, y se rebela más bien, contra su madre, y en vez de sumarse juntamente con ella por las denuncias que la mamá hacía contra la familia de Fujimori, la abandona y se pega al papá.
Qué capacidad moral nos puede enseñar esta mujer, que se educó en las mejores universidades de EE.UU y de Colombia, recibiendo educación de calidad, ella y todos sus hermanos, pero nunca supieron, ni mucho menos vivieron ningún tipo de pobreza, porque era la mejor mantenida del Estado peruano; pues ilusamente nos quería hacer creer Alberto Fujimori, que con los “dos mil soles” que recibía, como jefe de Estado, según él, este sueldo le era suficiente para hacer educar a sus hijos.
Jamás van a decir, que era pagado con la aportación de cada peruano a través de sus impuestos; jamás van a decir, que el gobierno de su padre era un narcoestado, porque grandes aviones antonos salían con toneladas de droga al extranjero, todo bajo supervisión del Comando del Ejército y del mismo Montesinos.
Es decir, todo esto y mucho más es la carga acusadora y cómplice de la heredera fujimorista, hoy queriendo pasar como flamante moralista, cuando en su momento de primera dama no lo demostró; hoy, queriendo demostrar como luchadora social, cuando nunca supo y ni siquiera tuvo necesidad de luchar por algo, porque nunca le faltó nada; hoy, queriendo demostrar ser una estadista, cuando en los momentos de las decisiones personales y familiares, optó por abandonar a su madre, para juntarse con la corrupción de su padre; hoy, queriendo demostrar liderazgo, cuando toda su vida demostró incompetencia, porque nunca dijo nada que caracterice su independencia personal, porque toda su vida de adulta estuvo sometida al régimen de dictadura de su padre.