En la selva, su población adolescente es la que menor acceso tiene a la educación secundaria.
Sabemos que invertir en educación genera beneficios en el largo plazo, para las personas durante toda su vida y para las sociedades enteras. Pero también entendemos que, cuando se trata de financiar la educación, los problemas suelen surgir en los detalles: los Gobiernos deben invertir en educación de manera apropiada, eficiente y equitativa para obtener el máximo valor de los gastos que realizan.
En la última edición del Observatorio de la Financiación de la Educación una publicación del Banco Mundial y la Unesco, se señala que el gasto total en educación de los Gobiernos, los hogares y los donantes ha aumentado de manera constante en la última década. Sin embargo, esto no se ha traducido en grandes incrementos de las asignaciones por niño, especialmente en los países más pobres con poblaciones en expansión.
Si es difícil para los países de ingreso alto garantizar un gasto en educación eficaz, esto es un reto enorme para los países de ingreso bajo, que se enfrentan a una doble situación: invertir en educación es un factor importante, si no decisivo, para erradicar la pobreza y fortalecer la resiliencia ante las crisis, pero los problemas de pobreza, carga de la deuda y crisis impiden que estos países inviertan al nivel necesario para cambiar sus trayectorias de desarrollo.
La crisis del aprendizaje y las habilidades profundiza este dilema, ya que los estudiantes no aprenden habilidades básicas y no están preparados para responder a las necesidades del mercado laboral. Ello ejerce presión sobre los sistemas educativos para subir el nivel de los alumnos y reduce su capacidad para realizar inversiones y reformas más amplias.
En el Observatorio de la financiación de la educación 2024 revelan que en muchos países de ingreso bajo, incluso en aquellos que han alcanzado las metas de gasto en educación recomendadas para su nivel de PIB, los niveles absolutos de financiamiento siguen siendo demasiado bajos para garantizar un aprendizaje adecuado de los estudiantes. En 2022, el gasto anual por niño en los países de ingreso bajo no superaba los USD 55. Para mejorar los resultados educativos, los Gobiernos deben gastar más eficientemente de maneras distintas según el contexto. Pero los componentes esenciales son los mismos en todas partes: mejorar la gestión de las finanzas públicas para asignar recursos a los programas más eficaces en función de los costos; atender con prontitud las necesidades locales, y mejorar la gestión escolar para optimizar el desempeño docente y el uso de los recursos disponibles.
La Amazonía también ha mejorado, pero su media de crecimiento (0.39) está muy lejos de lo alcanzado a nivel país, concordante con los niveles de desigualdad que se incrementan. Las estadísticas oficiales muestran la perennación de las brechas sociales en la Amazonía, lo que supone una permanente causa de conflicto social y un caldo de cultivo para el crecimiento de las economías ilegales.
Los indicadores de desarrollo infantil son reveladores de las desventajas que implica ser niño, niña y adolescente en la Amazonía: por un lado, los embarazos tempranos se dan con mayor proporción, también las tasas de padres con educación incompleta son considerablemente más elevadas y finalmente los índices de desnutrición crónica infantil (DCI) y anemia son muy elevados.
Al igual que en el resto del país, la esperanza de vida promedio en la Amazonía ha aumentado, pasando de 68,2 años en 2003 a 73,2 años en 2019, siguiendo la tendencia nacional que ha registrado un incremento de 6 años.
La culminación de la secundaria para la población mayor de 18 años se ha incrementado en el ámbito nacional en 10 puntos, de 45.51% a 55.77%. La Amazonía es la que ha tenido mayor crecimiento, pasando de 30.46% en 2003 a 43.29% en 2019 debido a que era la que tenía los índices más bajos.
A pesar de esto, su población adolescente es la que menor acceso tiene a secundaria. Fuentes: Banco Mundial – UNESCO. Mañana: Acceso y calidad de la educación.