Por todos reconocido como “El Apóstol de la Revolución Cubana”, este insigne patriota continental, ensayista profundo, brillante y encendido orador, defensor de nobles causas, soldado de la revolución cubana para ejemplo y vergüenza de oportunistas corruptos, fue un sincero y autentico poeta que en todas sus vivencias supo unir la teoría con la práctica. Si quisiéramos resumir la personalidad de José Martí en tres palabras diríamos: Patriotismo, amor y niñez – ternura. Vivió y murió en su ley. Y su poesía es un testimonio de sus avatares.
Estaba convencido que los males y tribulaciones de Cuba eran debido a los errores y abusos del gobierno español. Ante estas injusticias, dedicó su vida más de 28 años a una incesante lucha revolucionaria contra el yugo español.
A los 18 años fue deportado a España; allí estudió leyes en las universidades de Madrid y Zaragoza. Siempre en contacto con huidos y refugiados cubanos, visitó literatos, políticos y agrupaciones populares.
En el remanso de una mentirosa y falsa independencia, retornó a Cuba. Tenía razón: la cosa sólo fue de una paz temporal. La lucha continuó y dos años más tarde fue deportado otra vez a España, de donde huyó para refugiarse en Nueva York, desde donde preparó una insurrección armada: había formado el Partido Revolucionario.
En uno de los reiterados desembarques el 19 – 05 – 1895 – en Dos Ríos, durante una refriega fue abatido por una fuerte descarga de metralla por soldados españoles.
Como fue de sincero en sus actos, lo fue en su poesía y en su recto proceder, siempre presto a vivir y expresar el ideal; el valor de la amistad y la lealtad trasunta esta conocida rima.
Cultivo una rosa blanca
En junio como en enero
Para el amigo sincero
Que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo,
Cultivo una rosa blanca.
“Aborrezco las palabras que no van acompañadas de actos consecuentes”.
Ampliamente conocido como el poeta de la sencillez, “que no tiene nada de simple”, al decir de Gabriela Mistral: ha sido laboriosamente esculpida con sencillez de artesano”, como en los versos llenos de candor y pureza dedicados a su pequeño hijo. “Ismaelillo”.
Por las mañanas mi pequeñuelo me despertaba con un gran beso.
Ebrio él de gozo, de gozo yo ebrio, me espoleaba, mi caballero;
¡Que suave, espuela sus dos pies frescos! ¡Cómo reía mi jinetillo!
¿Y yo besaba sus pies pequeños,
¡Dos pies que caben en sólo un beso!
Versos surgidos de una estética democratizadora, basada en la comunicación con el pueblo, afirmaba: “La poesía es a la vez obra del bardo y del pueblo que la inspira”.
Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.
Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy;
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.
Mi verso es como un puñal
Que por el puño echa flor;
Mi verso es un surtidor
Que da un agua de coral.
Mi verso es de un verde claro
Y de un carmín encendido
Mi verso es un ciervo herido
Que busca en el monte amparo.
Mi verso al valiente agrada
Mi verso breve y sincero,
Es del vigor del acero
Con que se funde la espada.
“Así como un hombre trae su fisonomía, cada inspiración trae su lenguaje afirmaba. No zurcí de éste o aquél, sino zanjé en mí mismo; van escritos no en tinta de academia, sino en mi propia sangre. . .” como lo demuestra en “La niña de Guatemala” donde el “cuento” describe el trágico desamor de una vil traición amorosa.
Quiero a la sombra de un ala
Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala
La que se murió de amor.
Ella dio al desmemoriado
Una almohadilla de olor;
Él volvió, volvió casado
Ella se murió de amor.
Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor,
Dicen que murió de frío,
Yo se que murió de amor.