La viuda, es uno de los personajes míticos del carnaval, vestida con atuendo y velo negro, tiene una barrica de trapos que simulan a un embarazo, sale acompañado con un violinista, por las calles de la ciudad, para llorar en el velorio y entierro del Ño Carnavalón, en los últimos días del carnaval de Lamas.
Juan Manuel López Villanueva, la viuda de Lamas, como lo llaman, nació en el barrio San Juan (sector los Chapos), con 71 años y hasta ahora va a la chacra a traer leña y siempre trabajó de mil oficios, para mantener a su familia; siempre fue la imagen de los carnavales de Lamas y en especial de la viuda, tiene más de 50 años saliendo de diferentes personajes carnavaleros: 47 años de chivo caporal; 18 años de mujer bailarina y 28 años de cargar la estructura gigante del Ño Carnavalón.
Don Juan Bola, como lo llaman con cariño, fue siempre una figura central en los entierros, sus sátiras eran casi reales, lloraba y expresaba cánticos tristes en kechwa, a veces le salían lágrimas, tenía escenas populares como el nacimiento, la placenta y otras, que causaban jolgorio en la población; él ha generado un sentido de identidad y pertenencia en la ciudad, que siempre le ayudaron con los vestidos y detalles, para que asista a un velorio o entierro, y poder motivar a la gente a participar en esta actividad.
El Ño Carnavalón en Lamas, es un personaje picarón que «revive» cada año para derrochar alegría, y en su entierro hay una mezcla de tristeza fingida y celebración de cierre. Las activades comienzan con el velorio (este año, se realizará en el Jr. San Martín cdra.10); realizan actos religiosos, donde se presentan los chivos disfrazados y la viuda, acompañados de melodías fúnebres de violín y bombo, tambor y quena; todo el pueblo asiste al velorio, es un acto sátiro, el jolgorio de la gente comienza a relucir, se invita a los asistentes upe (bebida caliente de maní y maíz), café y panes tradicionales de carnaval, para ser velados hasta las últimas horas de la noche.
El domingo a las 3 de la tarde, el féretro del Ño Carnavalón, es cargado en hombros por sus hijos: los chivos. Encabeza el cortejo fúnebre, la viuda, sus amantes, las bailarinas; tras del ataúd, están las diferentes comparsas de los barrios, la población en general, con ritmos melancólicos del violinista y el conjunto típico; en cada esquina se lee el testamento, que deja el finado a sus hijos, viuda, autoridades, personajes públicos, amantes y otros personas que no han cumplido con él y su pueblo, es una lectura sátira que los asistentes disfrutan hasta su última morado en los profundos barrancos del barrio Quilloallpa.