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domingo, junio 1, 2025
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La huella viva del maestro en la vida pastoral de tres sacerdotes sanmartinenses

El legado del Papa León XIV en la Amazonía peruana

En San Martín, tres sacerdotes que alguna vez compartieron aulas con él, ahora son testimonio vivo de una Iglesia que acompaña, construye y abraza a quienes más lo necesitan

Por: Beto Cabrera Marina

A fines de los años noventa, en las aulas del Seminario San Carlos y San Marcelo de Trujillo, un religioso agustino llegaba con paso sereno, Biblia en mano y códigos canónicos en la cabeza. Era el profesor Roberto. Enseñaba Derecho Canónico sin dogmatismos, pero con la firmeza de quien comprende que la ley de la Iglesia es también camino de misericordia. Veinticinco años después, ese hombre pausado y cercano se convirtió en el Papa León XIV. Y su huella, sin proponérselo, quedó grabada para siempre en San Martín.

En la región, cuatro sacerdotes que hoy sirven en parroquias de la región San Martín fueron sus alumnos. Ellos lo recuerdan con gratitud, como formador, guía espiritual y hombre profundamente humano. Uno de ellos es el padre Adrián Ochoa, responsable de la Casa de Reposo para ancianos “Martín Fulgencio Elorza Legaristi”, en las afueras de Rioja, en el sector Atahualpa. Su vida, marcada por la formación recibida de quien hoy lidera la Iglesia universal, es reflejo de una vocación que se hace servicio en los márgenes del país.

Maestro de generaciones

Robert Francis Prevost llegó al Perú por primera vez en 1985. Regresó en 1988 para asumir un rol clave en la formación de jóvenes religiosos agustinos provenientes de diversos vicariatos del país. Fue prior de comunidad, director de formación, maestro de profesos y docente de Derecho Canónico. Incluso llegó a ser rector encargado del seminario trujillano. Desde allí, con disciplina y sensibilidad, ayudó a forjar las vocaciones de muchos futuros sacerdotes. “Nos enseñó en primero, segundo y tercer año de Teología. Era muy humano, con una formación muy sólida. Nunca imaginamos que sería Papa”, recuerda el Padre Adrian.

En San Martín, los padres Adrián Ochoa (Rioja), Wilmer Montenegro (Morales) y Gastón Murrieta (Saposoa) fueron sus alumnos. Lo conocieron como el profesor Roberto. “Nos enseñó durante tres años. Era un profesor ilustrado, firme, muy humano. Venía a dictar clases y luego regresaba a su comunidad agustina. Nunca imaginamos que sería Papa, pero mirando atrás, tenía esa claridad, esa autoridad serena”, recuerda el padre Adrián.

Rioja: una casa de fe y amor

Hoy, en una casa humilde, sostenida por la caridad y el esfuerzo comunitario, el padre Adrián continúa el legado silencioso de su maestro. La Casa de Reposo que dirige alberga a más de una veintena de ancianos que han sido abandonados o viven en situación de extrema vulnerabilidad. “Aquí celebramos misa cada lunes, agradecemos por las bendiciones y por las personas generosas del Alto Mayo que nos ayudan. Nunca nos ha faltado un plato de comida ni el sueldo para nuestro personal. Siempre, en el momento justo, llega la ayuda… Hoy, desde un rincón del Alto Mayo, su legado sigue vivo, la Iglesia debe acoger, no excluir”, afirma el padre Adrián.”, reflexiona con una sonrisa serena.

SERSA apoya con el suministro de luz y gas; la Clínica Saldaña colabora con medicinas y campañas médicasun pozo con filtros les provee de agua limpia. Todo funciona gracias a la fe y al compromiso con los más vulnerables. “Más que sacerdote, aquí soy un hijo para ellos. Ellos me enseñan cada día lo que significa envejecer con dignidad”, agrega mientras saluda a los ancianos que alzan los brazos para despedirse con cariño.

Una mirada al futuro de la Iglesia

La elección del nombre León XIV no ha pasado desapercibida para el padre Adrián. “León XIII escribió Rerum Novarum en plena revolución industrial. Ahora, León XIV deberá afrontar los desafíos de una revolución digital, de la inteligencia artificial, del desencanto religioso. Pero él está preparado. Conoce el Derecho Canónico como pocos, pero también sabe que la Iglesia debe acoger y no excluir”, sostiene.

A propósito de la reciente apertura de bendiciones pastorales el padre Adrián subraya: “La bendición no se le niega a nadie como hijo de Dios. Lo que no se bendice es la unión en sí misma. Pero la Iglesia debe abrir los brazos, como Cristo lo hizo. León XIV sabrá dar esa batalla con sabiduría y caridad.”

En un rápido dialogo con VOCES el sacerdote Wilmer Montenegro de la Parrroco de la Iglesia de Morales, no confirmo. “Si, sí, claro, el padre Adrián y mi persona, hemos sido sus alumnos es verdad, somos cuatro sacerdotes de San Martín que hemos recibido sus enseñanzas en el seminario en Trujillo” anota el religioso.

Una historia viva, una enseñanza que florece

Desde la lejanía geográfica, pero no espiritual, los antiguos alumnos del “profesor Roberto” siguen con atención cada paso de su pontificado. Su legado no es solo teológico o pastoral, sino humano. En San Martín, esos cuatro sacerdotes que alguna vez compartieron aulas con él son ahora testimonio vivo de una Iglesia que acompaña, construye y abraza a quienes más lo necesitan.

Antes de despedirse, el padre Adrián lanza una última reflexión: “Estamos en Pascua. Pascua significa paso. Paso del mal al bien, del egoísmo a la solidaridad. Cada día es una página en blanco lista para ser escrita con obras buenas. Que el Señor toque nuestros corazones y aprendamos a compartir.”

En los pasadizos de la casa hogar, entre recuerdos y cicatrices de la vida, los abuelitos extienden sus manos en señal de despedida. En esos gestos de ternura y fragilidad, resuena también la misión de un pontífice que enseñó con el ejemplo y que, desde Roma, continúa inspirando vidas en los rincones más olvidados de nuestra Amazonía.

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