En un mundo donde los desafíos ambientales son cada vez más apremiantes, esta experiencia en San Martín se alza como un claro ejemplo de que un futuro sostenible es factible.
Para la familia González-Callirgos, la acuicultura es más que una alternativa económica. Es una forma de resistencia frente a la deforestación en Moyobamba -Calzada-.
En la región de San Martín, se está gestando un fenómeno desencadenado por la explotación sostenible del paiche, un pez endémico de la Amazonía que se ha convertido en el centro de atención para fomentar un desarrollo económico respetuoso con el medio ambiente.
Este pez, apreciado no solo por su tamaño -puede alcanzar hasta dos metros- sino también por su carne rica en proteínas y su bajo contenido en grasa, ha sido tradicionalmente una fuente de sustento para las comunidades locales. Sin embargo, la sobreexplotación y la captura ilegal habían puesto en peligro tanto a la especie como al medio de vida de los pescadores.
Para contrarrestar estas problemáticas, grupos locales han implementado prácticas de acuicultura sostenibles, transformando su enfoque hacia un modelo que no solo busca recuperar las poblaciones silvestres de paiche, sino también generar ingresos mediante la producción de esta especie en condiciones controladas. Las iniciativas de esta naturaleza han comenzado a captar la atención de organizaciones no gubernamentales y entidades gubernamentales, que ven en estas prácticas un camino hacia la conservación y la prosperidad económica.
Además, el creciente interés por el paiche ha propiciado la creación de redes de colaboración entre pescadores, quienes han comenzado a compartir conocimientos y recursos para mejorar la calidad de su producción. Esta solidaria acción no solo optimiza la calidad del producto final, sino que también empodera a las comunidades a través de la educación sobre técnicas sostenibles y la importancia de la conservación del ecosistema amazónico.
El mercado también está respondiendo positivamente. Con la creciente demanda de productos sostenibles y responsables, resulta esencial que los consumidores se informen sobre el origen de los alimentos que consumen. Esto ha llevado a que algunas marcas comiencen a etiquetar su pescado como “sostenible”, atrayendo a un público que prioriza el bienestar ambiental en sus elecciones de compra.
El paiche, así, no solo se presenta como un recurso alimenticio, sino que se posiciona como un símbolo de cambio en la perspectiva económica de la región. Son varias las comunidades de San Martín están impulsando un modelo que demuestra que es posible combinar la explotación de recursos naturales con la conservación, creando un ciclo virtuoso que favorece tanto al entorno como a la economía local.
El caso del paiche destaca la importancia de la innovación en la gestión de recursos, mostrando que el respeto por la biodiversidad puede ir de la mano con el desarrollo humano. En un mundo donde los desafíos ambientales son cada vez más apremiantes, esta experiencia en San Martín se alza como un claro ejemplo de que un futuro sostenible es factible.
De la piscigranja a la mesa
En 2023, Perú cosechó 151 toneladas métricas de paiche, de las cuales Ucayali produjo el 89% y San Martín el 7%, según el Ministerio de la Producción. Todo el pescado se destinó al consumo en fresco, principalmente en el mercado nacional.
A pesar de eso, este pez no es del todo apreciado por los consumidores, que lo confunden con un lagarto debido a su apariencia grisácea o piensan que su sabor es fuerte. “Lo que hacemos es poner en valor al paiche y toda la gran despensa amazónica, combinando la tradición y la innovación”, afirma Cindy Reátegui García, de La Patarashca, restaurante emblemático de la Amazonía peruana que, desde hace 30 años, rescata y enaltece los sabores ancestrales de San Martín.
En su carta, el pez más grande de Sudámerica se sirve de maneras creativas: jamón ahumado, salchichas y chorizo. Estas elaboraciones han sido posibles gracias al Mijano Amazon Lab, un “laboratorio que nació de la necesidad de innovar y dinamizar la industria acuícola”, explica Reátegui, y que en 2022 adaptó un sistema de ahumado en frío, que les permite elaborar estas charcuterías con apoyo del CITE Acuícola Ahuashiyacu
Al mes, el restaurante utiliza dos toneladas y media de paiche, de las cuales 300 kilogramos provienen de Pucayagro. Cada parte se aprovecha: el lomo para ceviches y tiraditos, el vientre para parrillas y charcutería, y las cabezas y huesos para caldos. Además, las vísceras y la sangre se transforman en garum, una salsa fermentada, mientras que las escamas en gelatina sin sabor.
Conservar para resistir
Para la familia González-Callirgos, la acuicultura es más que una alternativa económica. Es una forma de resistencia frente a la deforestación en Calzada. Aunque aún cultivan arroz, parte de esa producción se destina a la alimentación de los peces, cerrando un ciclo que va más allá de lo económico. Es el enfoque de economía circular que Pucayagro ha adoptado con la Alianza Empresarial para la Amazonía
“Esta transición no solo les está abriendo nuevas oportunidades comerciales, sino que les ha permitido destacar como pioneros en un modelo de negocio que respeta y conserva el ecosistema amazónico”, señala Espinoza. A través de esta alianza, también se han comprometido a reforestar 210 hectáreas en áreas afectadas por la ganadería y la agricultura intensiva, además de proporcionar de alevines y capacitar a comunidades indígenas cercanas. Fuentes: columnadigital.com