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viernes, febrero 14, 2025
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Lamas, ahora más bella

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Conocí Lamas a fines de marzo de 1962. Ese año fue realmente histórico pues marcó el fin del Arevalismo. Se produce el golpe de Estado que derroca a Manuel Prado Ugarteche, pero en los meses previos se había conocido de una campaña política intensa y agresiva en donde el Partido Aprista, de Víctor Raúl Haya de la Torre, enfrentaba al partido Acción Popular, de Fernando Belaunde Terry: la Convivencia contra la renovación que encarnaba el arquitecto.

Desde los años treinta hasta los sesenta, Lamas, con sus distritos, era el tradicional productor de maíz, café, y algodón de la Región que se sacaban por los ríos Mayo y Sisa. La agricultura alimentaba el comercio. Su importancia económica era tanta, que tenía su propio aeropuerto y que en el tiempo en que la visité se estaba realizando una ampliación de la pista. De esa época recuerdo mi estadía en la casa de doña Alcidia Soria Reátegui, de una ilustre familia. Me sorprendió entonces el dinamismo económico de la ciudad, cuando la carretera pasaba por Rumizapa, desde donde se seguía un tramo abrupto y tremendamente serpenteante, como si fuera una afaninga enloquecida.

Lamas, que fue marginada por la Carretera Marginal de la Selva, ha recuperado lo que antaño tenía: alegría, movimiento, dinamismo. Repito: no hay otra ciudad en el Perú como ella, de la que se puede decir sí con propiedad que es una ciudad de contrastes: entre su tradición y lo que significa la modernidad, y eso es precisamente lo que le transmite ese espíritu de ensueño que subyuga porque vemos lo que ha realizado la gestión de Fernando del Castillo Tang, el actual alcalde, mejorando la infraestructura urbana, promoviendo su cultura y su acerbo, que se mantiene incólume, cuya revaloración y rescate es un esfuerzo de Jaime Doherty Vonah, un ciudadano norteamericano que se integró con pasión a la mística de la cultura nativa.

Recorrer la ciudad por los barrios de Suchiche, Zaragoza, Waiku, Calvario, Munichis, Quilloallpa, Plaza, Ancohallo y San Juan, es encontrase con sorpresas porque cada uno de ellos expresa una dimensión diferente. Es adentrarse en una especie de misterio que sobrecoge, más aún si tenemos un espíritu sensible, porque, aparte de lo irregular de su topografía, que hizo que se la conozca como La Ciudad de los Tres Pisos, en ella conviven en perfecta armonía el pasado y el presente, y casi me atrevo a afirmar que es estar en el futuro, sin que esto signifique una calificación de futurista a la ciudad, que ha logrado armonizar un patrón urbanístico, que debe mantenerse,

El terremoto del 25 de setiembre del 2005, hizo surgir una ciudad diferente. Y sería mezquino no reconocer que, aquella noche, Ramón Amaringo Gonzales hizo una cobertura periodística impecable a través de las ondas de Radio Nor Oriental, informando al mundo sobre los efectos destructivos del sismo. Hoy tenemos a Lamas como una ciudad aún más bella, como una joya urbana, como la deidad de la que quedé prendado desde la primera vez que lo visité hace más de cincuenta años, y a la que siempre volveré para degustar ese proverbial indanachado y sus deliciosas turcas, que identifican a la ciudad. Aunque no dejo de estar preocupado, porque si la carretera la construyeron solo de ida, ¿cómo ya vuelta voy a regresar? (Continuará).

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