Sectores conservadores no reconocen que en 30 años no han sido capaces de llevar a cabo una reforma del Estado y del servicio civil digna de ese nombre.
Quieren que la gente le eche la culpa al Estado de todo lo que hoy sucede.
En todos los países que tienen que cerrar sus economías los Estados aplican políticas que permitan a sus ciudadanos compensar las pérdidas de ingresos debido a la cuarentena. En los países industrializados existen los seguros de desempleo, que compensan el 80 a 90% del salario perdido. En muchos de los países de menor desarrollo no existe el seguro de desempleo, el mismo que es reemplazado por bonos universales.
Este ingreso de emergencia permite compensar los ingresos familiares y reducir la angustia diaria. En Argentina, Bolivia, Colombia y Chile se han dado numerosos bonos universales (en algunos casos, mensuales, como en Colombia). Eso no sucedió en el Perú, donde los bonos se dieron a cuentagotas y con gran demora. No solo eso. No existe un Padrón Nacional de Hogares y el gobierno ha insistido con el método de la focalización.
La cuestión es que los bonos se dieron a cuentagotas porque el MEF, de un lado, no los considera necesarios y, de otro -para ellos el más importante- porque se quieren cuidar los “ahorros fiscales” de años anteriores. Esa es también la explicación del por qué el Perú tiene tantas “espaldas fiscales”: justamente porque en años anteriores éstas no se usaron para mejorar la calidad de la educación, la salud y la infraestructura. Y también explica el por qué nuestro PBI cayó más que en otros países.
La esquizofrenia neoliberal
Lo que sucede ahora es que la derecha económica quiere aplicar un esquema esquizofrénico para tratar de evitar su responsabilidad. De un lado, todo lo que ha motivado el crecimiento económico es atribuible al “modelo económico”. Y todos los problemas del país se le atribuyen al Estado “burocrático e ineficiente”, tratando de escamotear este hecho macizo: que son los neoliberales los que han dirigido los resortes esenciales del Estado en los últimos 30 años.
Mención aparte merece el fracaso en la adquisición de las vacunas. No sabemos completamente si se trata de mala gestión, de la corrupción, de la geopolítica de los Estados frente a la vacuna o del oligopolio farmacéutico. Quizá la respuesta sea: todas las anteriores. Pero para la derecha económica solo hay un culpable: el Estado.
La jugada esquizofrénica, en lenguaje popular, podría definirse así: el modelo económico tiene memoria selectiva. Reconoce como propio solo aquello que le interesa, es decir todo aquello que habría sido creado por la mano invisible del mercado. Lo que es falso porque ellos han utilizado al Estado como han querido, por ejemplo, para crear las AFP, para no promover la competencia y permitir oligopolios, así como para generar las adendas de la corrupción en las Asociaciones Público Privadas (APPs).
Y no reconocen nada más. Si no hay buena educación ni salud ni infraestructura eso debe ser la culpa de la “mano visible” del Estado, que es una entelequia, mala per se. Eso ha funcionado un tiempo largo.
Por eso somos el último país de la Región donde aún se aplica el Consenso de Washington. A tal punto que ahora le llaman el Consenso de Lima. Pero ese tiempo se acaba. En recientes encuestas la población responde mayoritariamente que quiere dejar atrás el “orden espontáneo perfecto” porque espera cambiar las relaciones entre Estado, mercado y sociedad. Allá vamos.