Louise von Salomé, nació el 12 de febrero (31 de enero del calendario juliano) de 1861 en San Petesburgo, la ciudad más europea de Rusia. Su padre era un general del Zar. Su madre una mujer sumamente piadosa. Descendientes de familias franco-alemanas. Su confesión era a la Iglesia Evangélica Reformada. La lengua familiar era el alemán y de manera secundaria el francés. Los esposos Salomé crían a cinco hijos, todos varones excepto la más pequeña Ljola (su nombre en ruso). Su infancia, según la denominó ella misma, fue de una “soledad fantástica” en un mundo de hermanos.
En la adolescencia comienza a asistir al catecismo con Gillot, el párroco de la iglesia. Leen juntos a Spinoza y Kant. De pronto, en su “ingenuidad” quedaba sentada en las piernas del instructor. Aquí se encuentra la raíz de su interés del erotismo y la religión. Evidentemente el vínculo de Lou con Gillot, de sentarse en sus piernas, se muestra un comportamiento de exhibición propio de su género.
Para que Lou, de 17 años, obtuviera su pasaporte para proseguir sus estudios en Suiza debía confirmarse. Entonces le pidió al predicador de la embajada holandesa que se realizase la ceremonia en Sandpoort, Holanda. Allí, en compañía de su madre, Ljola fue nombrada Lou porque el párroco nunca pudo pronunciar su nombre ruso. Lou entonces viaja a Zurich para estudiar teología protestante en septiembre de 1880. Estudia filosofía, historia del arte y filología.
El mapa regional de Lou parte de San Petesburgo a Zurich, de aquí viaja a Roma. Prácticamente transita por varios países desde Suecia, Noruega, y finalmente instala su residencia en Gotinga, Alemania. Paga un semestre en Viena aprendiendo psicoanálisis. Posteriormente después de conocer a Nietzsche, Rilke y Freud, solamente viajó para encontrarse con alguno de ellos o por motivos exclusivamente profesionales.
La atmósfera de San Petesburgo estaba nutrida del Romanticismo Alemán. En rigor, el mundo ruso estaba dividido por clases de manera profunda, por una parte la clase burguesa, europeizada y por la otra, el pueblo que carecía de un horizonte cultural amplía, su única preocupación fue que la autoridad fuese benévola y no tiránica. La pobreza era abismal, mientras la élite gozaba de privilegios, comodidades y dinero.
Por eso su admiración juvenil por la anarquista Vera Zasulich, quien vivía en San Petesburgo; es el único sesgo de izquierda ideológica, no como movimiento político, sino como un asunto feminista. El clima social e ideológico. Lou perteneció a la identidad colectiva como grupo oprimido con actoras colectivas de la escena histórica desde la mitad del siglo XIX. Lou guardaba una foto de Vera en su Neccesere.
Lou podía guardar secretos. Encubrir las travesuras y pensar libremente los pensamientos más privados. En la atmósfera artística flotaba su sensibilidad a manera de fantasmagoría. La envolvía un aura de encanto casi indescriptible porque, de alguna manera, la cercanía-distancia como un juego magnífico, se sostenía suspendida. Lou una muchacha bella, con su boca generosa. Labios sensuales. Espectacular, seductora, atractiva e inteligente. Sus enamoramientos eran fugaces. Era una mujer narcisista que giraba en si misma, y de la manera que se entregaba de la misma forma se alejaba, guardaba distancia y se refugiaba en su hogar, en su aislamiento
¿Lou, en el fondo, buscó a través de su existencia un vínculo inconsciente con su madre? Para Lou lo que realmente subyace en la fusión sexual es la conexión entre el erotismo y la religión como una unión por el goce por la vida, la dicha corporal o espiritual. Tal vez sea una apuesta al misticis