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viernes, febrero 7, 2025
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Mentecatos y embelecos

Por Willian Gallegos Arévalo

El diccionario de la Real Academia Española recoge estos dos términos, pero con connotaciones diferentes a como los utilizamos en la selva peruana. En el léxico amazónico tienen acepciones en donde el humor prima, pero que no dejan de tener intenciones descalificadoras. Ser conocidos como mentecatos y embelecos es ubicarse en los extremos de la valoración ciudadana. Todo ciudadano que se aprecie y estime no debe llegar a estos niveles.

La Real Academia Española define “mentecato” como una persona tonta o carente de juicio. El diccionario ESPASA le atribuye la cualidad de majadero, lerdo y necio. A “embeleco” la RAE lo define como el engaño hecho con zalamerías; o sea, el individuo que llega con embaucamiento, ardid, artimaña, engaño. Como ven, poco o nada relacionado con las “voces de los sacharunas”. En algunas circunstancias mentecato y embeleco son términos indesligables; o sea, un tipo puede ser mentecato y embeleco al mismo tiempo.

Reconozco no conocer el origen de estas palabras en su acepción amazónica. “Mentecato” tal vez se derivaría de ´mentir´, y con “embeleco” la cosa ya es más seria, y no quiero meterme en asuntos de intelectuales. La casi mayoría de los breves diccionarios regionales no abundan en descripciones exhaustivas. Alberto Chiriff ha publicado el trabajo más amplio sobre la materia; sin embargo, muchos términos no recogen el espíritu de como lo entendemos nosotros, nuestra cultura, la internalización de nuestros sentimientos y afectos.

Los “mentecatos” son esas personas fatuas que se atribuyen méritos que no tienen, arrogarse poderes e influencias que lleva a la interpretación final que son unos chambones y de poca credibilidad y respeto; a veces un poco atrevidos e “igualantes”. Se consideran intelectuales y expertos sin haber leído ningún libro. Es el individuo que de repente tiene un poder político y administrativo momentáneo y transitorio y termina creyéndose la última chupada del mango. Pero son suertudos, y de ellos dicen que “no hay sin suerte¨. Los encontramos como llullampuros, ponguetes, sheplecos, ciprauyas, etecos, ilulientos, tablasiquis, pispachos, asnazos, etc.

En cuanto a los “embelecos”, el término no deja de tener ciertas connotaciones cómicas o graciosas y valoraciones risueñas. Hasta cierto punto los embelecos son tipos encantadores y son esas perdonas que se interesan por algo que no le concierne; no son sus temas. Curiosos sin llegar a ser chismosos. Se meten donde no los llaman: nadie les ha pedido una opinión; usurpan especialidades profesionales con total desparpajo y sin vergüenza y meten su cuchara de todos modos. En el otro extremo están los “noveleros”, que corresponde a una fase superior. Los embelecos, sin embargo, gozan de mayor aceptación social.

Nuestra sociedad está llena de mentecatos y embelecos y, para ser sinceros, le dan humor a nuestras vidas. Los tenemos de congresistas, gobernadores, alcaldes, consejeros regionales, regidores, etc. Y en estos tiempos abundan como curihuinsis. (Comunicando Bosque y Cultura).

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