Cada vez más es sentido que el mundo se está desbarrancando hacia la pobreza y la insuficiencia de recursos, determinándose cada día tragedias personas que no terminan conociéndose pero que deberían ser noticias.
La escasez de recursos ha determinado una primavera árabe salvaje que ha extendido su influencia a gran parte de Europa, por los odios guardados de tantos años de un dominio salvaje de su economía por parte de superpotencias que lo único que hacen es ver a la humanidad como piezas de un ajedrez en donde la muerte no esta excenta, sino que es vista como necesaria.
Miles de niños, centenares de miles de seres humanos siguen cayendo como consecuencia de la insuperable ansia de poder de quienes manejan la maquinaria de las armas, del discurso enfermizo de la política más extrema, son noticias que no llegan a los medios de comunicación, que hoy ofertan regalos con desesperación, mientras la luz de esperanza de un mundo más justo se apaga.
Celebrar una feliz navidad bajo ese contexto, con un mundo descarrilado hacia el odio, es también enfermizo, es hipócrita, más aun cuando en nuestro país sentimos cada vez más el choque entre la riqueza más acumulada y la pobreza más oscura. La navidad tendría que ser un homenaje a quienes todo lo pierden a diario, más que un homenaje a las innovaciones del consumismo para volvernos más sus esclavos. No habrá navidad para millones, ni paz en los hogares de miles en Alepo, en Irak, en Libia…