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sábado, enero 18, 2025
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Ni santa ni pecadora

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El deseo y la pasión no son parte del menú. Se encienden velas y no necesariamente para una noche de pasión, sino para decorar los hogares católicos que se rasgan las vestiduras en estas fechas. Gula, pereza, soberbia, orgullo, lujuria. Yo peco y mucho, además trato de hacerlo sin sentir culpa.

“No debes comer carne”, “No debes gritar, discutir, ni pelear”, “Arrepiéntete”, “Jesús murió por nuestros pecados. Sin duda todos en algún momento de nuestras vidas, hemos pecado.

Ya se acerca la semana de reflexión, esa fecha en la que fieles y también hipócritas se arrepienten de sus pecados, prometen cambiar y se santifican por tres días. Sin duda, Semana Santa y su saga de películas nos termina envolviendo, recordando y martirizando de la muerte de Cristo. Por nuestra culpa, por nuestra gran culpa.

Mi pecado capital es la lujuria y aunque a veces nos genera pudor reconocerlo, nos encanta sentirnos amadas y deseadas por el hombre que hemos escogido. Y bueno, a veces por el que sólo nos entregará una noche de pasión.

Todos hemos pecado, porque todos amamos sentir placer. El cuerpo llama al cuerpo, el deseo se encarna en tu ser, la pasión te envuelve y enloquece, lo prohibido excita el alma. El sexo predomina por sobre todas las cosas y estar con uno, dos o tres, es totalmente normal si de lujuria hablamos.
María Magdalena, uno de los personajes bíblicos recordados por su deseo y su actividad sexual a través de la prostitución, quién en esos tiempos de soberbios y pecadores, casi terminan apedreándola, hasta que Jesús la salvó. En algunos libros indican que fue amante de él, cierto o no, la lujuria se remonta a esa época.

Dante Aligheri en su Divina Comedia, ubica en el segundo círculo del infierno a aquellos que han pecado de lujuria, condena a estos “malefactores carnales” por dejar que sus apetitos sobrepasaran su razón. Ellos son los primeros en ser verdaderamente castigados en el infierno. Estas almas están condenadas a ser maltratadas por un fuerte viento que las embiste contra suelo y paredes, las agita y las hace chocar entre ellas sin descanso, de la misma forma que en vida se dejaron llevar por los vientos de la pasión.

Soy una pecadora virtuosa: me coloco en el cielo, en el purgatorio y en el infierno de la vida. Me coloco en los grises, no en los extremos. Últimamente estamos demasiado radicalistas y eso no me gusta: las cosas no son blancas o negras, hay miles tonalidades de grises y la vida se juega ahí.
Ni santa ni pecadora, solo con grandes dosis de lujuria, esa que nos hace perder la cordura, el alma y nos devuelve la alegría y la vida.

En esta Semana Santa quiero pecar debajo de las sábanas… Y ¿TÚ?

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