Muchas personas esperamos la llegada de la Semana Santa para hacer actividades que a nosotros nos “complacen”: Viajar, conocer lugares turísticos, reunirnos con amigos, comidas, fiestas, licores, deportes. ¿Vas a reflexionar?, alguien pregunta a la señorita; “para qué”, es su respuesta.
Merced a nuestras libertades planificamos y ejecutamos nuestras actividades personales y familiares.
Nadie obliga a nadie participar de la Semana Santa. Se entiende que los antepasados han decidido celebrar este acontecimiento en todo el mundo, considerando que hermanos humanos nuestros han dado horrible muerte al Hijo de Dios, quien ha venido a compartir su corta vida con nosotros.
¿Cuáles fueron los delitos que ha cometido? Ninguno. ¿Quiénes fueron las personas que le asesinaron? Pecadoras, como todos nosotros.
Esa es la justicia humana, totalmente injusta. A pesar de este vil asesinato, Jesucristo pide a su Padre Todopoderoso, que perdone sus pecados porque simplemente no saben lo que hacen.
Aunque en realidad, eran personas que estaban actuando cegadas por el egoísmo, por el poder, por la lujuria; es decir, han dado cabida en su vida al mismo demonio, para actuar contra del propio Hijo de Dios. Pero, aquel comportamiento no solo se dio en tiempo de Jesús, también se da ahora y se da en todos los tiempos.
La Semana Santa es de constricción, de arrepentimiento de nuestros pecados. No digamos como la chica interrogada: “Para qué reflexionar” Hace entender que carece de pecados.
No reconocer nuestras faltas, es grave, porque se sigue viviendo en el lodo de la miseria espiritual, creyendo en nuestra propia insuficiencia. Este orgullo ciego no hace otra cosa que hacernos vivir engañados de que nuestros actos son los mejores, sin serlo.
Se supone que en Semana Santa, la gran mayoría de personas aprovecha el tiempo para mirar su interior, leyendo la Biblia, leyendo libros relacionados a la Pasión y Muerte de Jesucristo, visitando las siete Iglesias, asistiendo a las Misas, participando en las procesiones. La Semana Santa permite recordar con claridad el comportamiento del ser humano con el Hijo de Dios. Conocer la rica Doctrina de Jesús y de los Profetas del Antiguo Testamento.
¿Cuántos días, de los tres, hemos dedicado a ésta fiesta espiritual? ¿Cuántas horas? ¿Cuántos minutos? No está permitida la salida de “yo celebro a mi manera” Se celebra o no se celebra, no hay otra manera distinta a su enseñanza. Las justificaciones no cuentan, salvo las de fuerza mayor.
Un elevado porcentaje “celebró” la Semana Santa, la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesús, en las cantinas, bebiendo licores hasta embriagarse. ¿Cuántas horas ha dedicado ésta persona a ese falso dios que viene en botella helada? ¿Cuántos soles representa la adquisición de ese falso dios helado? ¿En vez de honrar muchas horas a esa fría botella, no hubiese sido mejor compartir ese tiempo con la esposa, los hijos o con los padres? Pregunte a su esposa e hijos ¿Acaso es más importante ese licor amargo que la propia familia? ¿Estamos equivocados, o no? ¿El dinero empleado para la compra de ese falso dios no tendría mejor utilidad cuando se adquieren las necesidades del hogar? ¿Cuándo usted se enferma, cree que los supuestos amigos, compañeros de veneración al dios frio en botella, le van acompañar, le van a solventar los gastos de consultas médicas, de compra de medicinas? ¿Cree que la empresa productora del falso dios en botella le va premiar por su voluminosa compra? ¿O tal vez el propietario de la cantina, del pool de tráileres que carga toneladas de este producto?
No hijo de Dios, hermano humano, es tiempo de abrir los ojos que los tenemos cerrados y darnos cuenta que estamos siendo engañados por un falso dios, dirigido por personas que no piensan en el bienestar de la mayoría. Para Dios nunca es tarde, en la próxima Semana Santa, vuestros ojos ya podrían estar sin esa lámina de engaño. La semana Santa es de Dios. A Dios, lo que es de Dios.