A lo largo de nuestras vidas nos encontramos con personas de distintas condiciones sociales y económicas. Y cruzan por nuestras vidas esas personas humildes quienes, casi como único atributo, tienen el honor y la entereza, porque ellos nunca figurarán en las páginas sociales de los diarios y revistas. Pero, ¿no son acaso el honor y la integridad, aunado a la autenticidad, los que dan el valor a nuestras vidas? Porque una persona humilde y auténtica no necesita llenarse de títulos y grados y cuantos pergaminos más nos exigen para alcanzar el nivel de “competitivos”, que el idiotismo de la vida moderna ha introducido.
Usted se preguntará, amigo lector, ¿de qué estoy escribiendo? ¿De quién me estoy refiriendo? Pues de un humilde ciudadano que se desempeña como vigilante de la Dirección Regional de Agricultura. Un ciudadano humilde que cumple su función dentro de las limitaciones propias que siempre se dan, pero que lo hace con esa vocación natural de servir, sin buscarle pretextos a la vida y dificultades a los problemas.
Alejandro Mozombite Ochabano, nacido en el distrito de Orellana, distrito de Vargas Guerra, en el Ucayali, Loreto, el 04 de setiembre de 1953, ya hace varios años que se desempeña como vigilante, compartiendo su función con otros servidores. Y debemos saber que la función de vigilantes, generalmente mal remunerados, pero a quienes se les exige siempre más, es extenuante cuando no realmente sacrificada, pero siempre mal valorada y peor considerada. Se podría decir que es la función al que muchas veces se la considera la última rueda del coche. Pero allá están ellos, cuidando el patrimonio institucional y cumpliendo el papel de orientadores, aunque a veces nos mandan al desvío.
La función de vigilancia es clave, pero muchas veces la simpatía y el aprecio que los vigilantes despiertan en nosotros es producto de sus propios dones, capacidades y cualidades. El motivador Vertiz, que alguna vez nos dictara un curso de Relaciones Humanas, cuando la época del Banco Agrario, nos dijo que muchísimas veces se convierten en los servidores más importantes de las instituciones, y decisivos, desde luego, y no es el caso explicarlo en este artículo, porque lo hago cuando dicto mis propios talleres de Relaciones Humanas.
Ochabano, como nos hemos acostumbrado a llamarlo, se caracteriza por su humildad. No encontraremos en él esa petulancia y soberbia de personas que han crecido mal y se han formado peor. Y la simpatía hacia él nace de inmediato pues para alcanzar el nivel de persona solvente no ha necesitado leer libros de autoayuda y superación, porque él ya tiene la cualidad mayor: la autenticidad. Sin esta cualidad no somos nadie. Sin ser naturales, espontáneos y sanos nos engañamos a nosotros mismos.
Pero ¿por qué me he decidido escribir esta semblanza del buen Ochabano? Pues hay gestos que ganan nuestra simpatía. Pues, ahora que ya no trabajo en la Dirección Regional de Agricultura, cierta mañana después de realizar unas gestiones, cuando salía en mi motocicleta, al encontrar la puerta cerrada simulo molestarme con Ochabano y le digo: ¿Por qué impide usted mi salida de la DRASAM? Y es cuando me dice: “Por una simple razón. Así usted se detiene y me da la oportunidad de saludarlo”.
¡Qué hermosas palabras! Hasta ahora resuenan en mis oídos como si fueran esas frases musicales que llenan nuestros días vacíos; cuando la angustia y el esperar días mejores se torna muchas veces difíciles. Gracias, don Alejando Mozombite Ochabano.