Bajo el marco imperativo de la ley, los territorios de las comunidades nativas de la selva son titulados, para darle el mejor uso, que garantice la vida de sus integrantes, tomando en cuenta usos y costumbres ancestrales, de caza, pesca, recolección… Al parecer, la inmensa mayoría de comunidades nativas está siendo fiel cumplidora de las normas legales. Pero, desde hace algún tiempo, alguien sembró la idea de dividir el territorio comunal titulado entre el número actual de familias. Por ejemplo, si el territorio titulado es de dos mil hectáreas y existen cuarenta familias constituidas que forman parte de ella, entonces, a cada una la corresponde cincuenta hectáreas. No se ha tomado en cuenta el contenido del título sobre el uso del territorio y se ha procedido a retacearlo y hacer entrega interna a cada familia.
Ahora, el territorio comunal ya no es comunal, se ha convertido en cuarenta terrenos privados individuales, bajo el mandato interno de un acuerdo de sus integrantes. De pronto, se inician las negociaciones del uso de las “parcelas individuales” con las visitas sorpresivas de cientos de migrantes de la sierra a los “supuestos propietarios” de estos terrenos. La familia nativa, que siempre ha tenido al territorio comunal como un todo, de un momento a otro ve que tiene poder sobre el uso de su parte, porque simplemente es suyo, puede hacer lo que quiere; pero, inicialmente ofrece resistencia a éstas insinuaciones, porque muestra recelo de sus dirigentes y sobre todo de sus costumbres ancestrales, que si alquilaría a los pretendientes simplemente se quedaría sin bosque ¿dónde cazaría? ¿De dónde sacaría las plantas medicinales? “No seas tonto amigo” le indica fuerte el pretendiente arrendador, “el terreno va ser siempre tuyo, yo solo quiero que me arriendes por cinco años que no son nada y estarás recibiendo tu plata en efectivo en tu sentado, sin estar quemándote con el sol, sin estar preocupándote de nada, porque yo voy a trabajar la tierra y tú serás el empresario. A los cinco años te devuelvo tu terreno, no monte como está ahora, sino un terreno preparado ¿Sabes cuánto cuesta preparar una hectárea de terreno amigo? Es un montón de dinero. Pero, yo voy a invertir, porque traigo un poco de dinero de mi zona. Hay que hacer lo que nos está diciendo el Presidente de la República, que no seamos como el perro del hortaleno, en estar guardando estos bosques por gusto, que no producen nada, mientras que si me arriendas, recibirás el monto del arriendo para que comas y vivas feliz” Un dirigente de la comunidad es el primero en aceptar la oferta de alquilar “su terreno” al mejor postor. Los demás observan temerosos; aún no están convencidos, creen que está mal, porque simplemente es un terreno que tienen como propiedad sin que les haya costado un solo centavo; y además, ven absortos, sorprendidos, que el bosque es talado en horas, a fuerza de motosierras. Pasan algunos meses y la resistencia se mantiene. De pronto, el comunero dirigente que arrendó, muestra signos aparentes de riqueza: Maneja celular digital moderno, usa pantalones y camisas de marca, reloj brillante, bebe cervezas con sus allegados y se pone zapatos amarillos de cuero. Los hijos jóvenes de los comuneros, que en su mayoría son estudiantes de educación secundaria y superior, presionan al papá, propietario de la parcela, la sub división entre ellos.
Si son cinco hijos, a cada uno le corresponde diez hectáreas. Así aparecen nuevos jóvenes propietarios arrendadores de pequeños bosques. Las motosierras hicieron sus trabajos, trayéndose abajo miles y miles de hectáreas de bosques, bajo esta modalidad. Ojos que no ven, bosques que se van. ¿Qué está pasando con la aplicación de las normas legales? ¿Cómo puede un acuerdo de asamblea, cuyo contenido está en contra la Ley, hacerse imperativo por encima de ella?