La visión de que el ser humano no debería quedarse en desarrollar sólo una cosa en su vida ya venía de épocas remotas, así es como pensaba Aristóteles allá por los años 350 a.c., precisamente Aristóteles fue quien dijo que el hombre es un “animal político” ya que su constante necesidad de vivir en sociedad era innata, esta lo define, lo arrastra y lo contrario sería violentar su propia esencia ontológica, aquello que lo define como ser. Por tanto hoy en día también podemos decir que la sociedad que nos rodea nos hace seres verdaderos ya que en ella nos desarrollamos en comunión con los demás seres que la conforman, entregando a ella nuestra vida a través de las múltiples actividades que desarrollamos y una de estas actividades precisamente la desarrollamos a través del Estado y sólo el Estado es quien puede cubrir la mejor organización de comunidad humana.
La gran pregunta que Aristóteles desarrolla es cómo debe estar organizado ese Estado, proponiendo varias buenas formas que haciendo un poco de historia las podemos ver hasta nuestros días con múltiples variaciones y retoques pero que mantienen la esencia aristotélica.
Una de ellas es la monarquía, en la cual sólo hay un jefe superior en el Estado, pero teniendo cuidado ya que puede evolucionar hacia una tiranía en la cual el único jefe gobierne el Estado para su propio beneficio, este tipo de Estado fue propuesto incluso por José de San Martín en los albores de nuestra independencia y el comienzo de nuestra vida republicana ya que estaba convencido que este tipo de Estado evitaría el desorden, la anarquía, ya que no estábamos preparados para vivir en una forma republicana de gobierno, pero su propuesta no tuvo éxito. En nuestra historia republicana podemos ver una serie de gobiernos dictatoriales como la de Óscar R. Benavides, Manuel A. Odría, el oncenio de Leguía, Luis Miguel Sánchez Cerro, el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas y el Gobierno de Fujimori, donde el despotismo, característica de un gobierno tiránico, fue la forma de actuar de muchos de ellos.
Otra buena forma de Estado es la aristocracia en la cual hay un grupo mayor o menor de jefes de Estado, pero también esta forma de Estado puede desvirtuarse y convertirse en una oligarquía, situación que en nuestro país se comenzó a formar frente a la dependencia del capital norteamericano entre los años 1895 a 1919 caracterizado por gobiernos sucedidos por la élite política y económica del país eliminando cualquier otro tipo de propuesta para gobernar, así tenemos a los gobiernos de Eduardo López de Romaña, José Pardo y Barreda, Augusto B. Leguía y José Pardo y Barreda.
A la tercera buena forma de Estado Aristóteles la llamó democracia y como todo buen proyecto tiene su parte oscura, la democracia puede rápidamente caer en una demagogia. Demagogia, según la RAE (Real Academia Española) indica que es una práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular, es la degeneración de la democracia ya que mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.
Podemos decir que nuestra democracia es reciente luego que en las Elecciones Generales de 1980 fuera reelegido Fernando Belaunde Terry. Vemos así cómo en nuestra historia la actividad política ha caído en el lado oscuro de estas tres formas básicas de Estado, más que partidos políticos existen grupos con acuerdos para llegar al poder, movidos no por una ideología o tipo de pensamiento, sino por las ansias de llegar o mantener el poder obtenido para beneficio propio y de su entorno, de esta manera esta noble actividad se ve oscurecida y venida abajo deviniendo en una actividad hasta reprochada y mal vista por muchos, pero si nos detenemos a pensar en la concepción política aristotélica nos damos cuenta que ha mutado, pasando de ser una actividad tendente a dirigir la acción del estado en beneficio de la sociedad a ser una actividad en búsqueda del beneficio propio (tiranía) y de mi entorno (oligarquía), pasando de ser una actividad orientada ideológicamente para la consecución de unos objetivos (ejemplo: plan de gobierno), a ser una actividad en la cual el único objetivo es llegar al poder, actividad que no tiene un objetivo claro ni personal ni grupal y si lo hubiese, es dejado a un lado una vez obtenido el objetivo, ganar una elección.
De esta manera es importante, siempre en torno al pensamiento aristotélico, tener en cuenta que la felicidad del hombre tiene tres aspectos que tienen que desarrollarse conjuntamente, el aspecto del placer y diversión, el aspecto de vivir como ciudadano libre y responsable y por último el aspecto de una vida en la que uno es filósofo e investigador. Estas tres condiciones tienen que existir simultáneamente para no tener una vida desviada, ya que cualquier forma de vía única genera infelicidad y si nos damos cuenta, el segundo aspecto va directamente al desarrollo de nuestra parte política, sólo así estaremos completos.
Es importante desarrollar una conciencia crítica y más aún en tiempo de elecciones como las que vivimos ahora, en la cual la compra de conciencias por un pedazo de pan se da gracias a las políticas de estado actuales que no permiten un desarrollo verdadero de las grandes mayorías, generando siempre una dependencia la cual busca ser aprovechada cada 4 o 5 años en tiempos electorales.