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sábado, diciembre 7, 2024
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¡Por misericordia, cuidémonos!

El incremento de casos de coronavirus en la región no puede tomarse a la ligera. 

Hay algunos profetas del conformismo que dicen: “Acostúmbrense a la enfermedad, hay que convivir con ella y dejar de lado las mascarillas, las restricciones; que reabran las playas, los bares y las discotecas; este encierro a la soviética es una afrenta a los derechos elementales”. 

Sin embargo, la realidad es que solo para fines de abril se espera un aumento de de miles de casos nuevos en la región. Si con las mínimas prohibiciones se ha llegado a esta situación desesperante, ¿qué pasaría si se da libre curso a la irresponsabilidad, al “sálvese quien pueda”? 

No es momento de ser indolentes y dejar que el mundo arda mientras nos tomamos un café cargado. Es tiempo de ser solidarios, de comprometernos unos y otros con la salud pública. Si nuestros hospitales están colapsados, si nuestros servicios son insuficientes, si la cantidad de médicos decrece a medida que la ola pandémica arrecia, no seamos parte del problema: cuidémonos, cuidemos a nuestras familias.

Si nuestras autoridades son incompetentes para manejar una situación de proporciones mundiales, no hagamos más difíciles las cosas: volvamos a las sencillas medidas de prevención, al lavado de manos, al distanciamiento social, al uso adecuado de la mascarilla, evitar reuniones, salidas innecesarias y el reto a la muerte en las llamadas fiestas covid.

Debemos apoyar con nuestra conducta a la incansable lucha de los profesionales de la salud y trabajadores que siguen produciendo en estas condiciones excepcionalmente difíciles, ser responsables por amor a nuestros seres más queridos.

De más está buscar culpables de este aumento de contagios y fallecidos.

Podemos culpar a las elecciones, pero si éstas se hubiesen suspendido, algún “político” u “opinólogo” a sueldo hubiera dicho que el “gobierno morado” dejó su máscara democrática para revelarse como una “dictadura vizcarrista-comunista”. 

Locuras como estas ya se escuchaban meses atrás. Tampoco vale recalcar la culpa de algunos jóvenes que, honrando su derecho a la juerga, se burlaron de las disposiciones oficiales para ir y brindar con vasos prestados –a pesar de que son precisamente los menores de 30 años los nuevos inquilinos de las unidades de cuidados intensivos-; no es tiempo de buscar culpables. 

Es tiempo de pensar de qué forma podemos contribuir a contener esta tendencia al alza. Cuidémonos nosotros. Las autoridades no estarán ni para ponernos los santos óleos.

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