En lo que queda de este gobierno
Es la ciudadanía, colegios profesionales quienes presionemos para salir de este marasmo
La historia es corta: el nuevo oficialismo, conformado, como ha señalado el congresista Carlos Anderson, por Fuerza Popular, Alianza para el Progreso, Avanza País y Perú Libre más los del Bloque Magisterial se tiraron abajo la meritocracia en la carrera pública magisterial.
La ministra de Educación, como correspondía, salió a criticar la norma. A renglón seguido, la presidenta Boluarte seguidos de los mandatos del omnipotente Otárola sacó a la ministra y se somete a los dictámenes y mandatos del Congreso.
No satisfecha con ello efectúa una poda ministerial y se lleva de encuentro a varios ministros, algunos de los cuales, como la de Agricultura, tenía listo para aplicar un plan de emergencia del agro (¿habrá sido el frívolo detonante las poco felices declaraciones de la ministra sobre el limón?).
No les interesa a Boluarte-Otarola reforma alguna, solo contentar a las huestes mayoritarias del Congreso y en particular la voluntad de Keiko Fujimori, que, por vaya razones a saberse, la había puesto en la mira a la titular de Agricultura que salió por un caño.
Es obvio que no nos hemos tomado el esfuerzo de reconocer cuáles son nuestros intereses colectivos. Eso es algo que debe cambiar. Y se podría decir urgentemente, porque sin ello no sabremos qué le tenemos que exigir a las autoridades o qué es lo mínimo que deben cumplir, de lo contrario vamos a terminar en el tacho.
Lo cierto es que las reformas al tacho. No va a surgir ninguna de la actual clase política. Debemos ser los ciudadanos los que presionemos por ellas.
Y en ese papel deberían jugar un papel importante los empresarios, quienes andan adormilados con que Boluarte signifique una “estabilidad mediocre”, pero estabilidad al cabo, y se cierran a la justificada crítica a su inoperancia pavorosa.
Hay sinfín de reformas institucionales y de sectores productivos que duermen el sueño de los justos, mientras el país se desangra en medio de la crisis económica y política.
Se debieron haber hecho hace lustros. Este gobierno de tres años hubiera sido ocasión propicia para emprender algunas si hubiera alguna conciencia de su urgencia, pero, por lo visto, a ningún agente crítico le interesa retomar esas banderas.
Tendremos que ser los ciudadanos por las reformas, los que saquemos al país del marasmo en el que se encuentra, con un Congreso y un Ejecutivo indolentes y encerrados en su burbuja de confort irresponsable y políticamente punible.
Lo cierto es que tres años así no aguanta el país. Se vienen, además, desafíos importantes, como el fenómeno del Niño, y la falta de respuesta se puede reactivar el polvorín social que es, parece, lo único a lo que le temen los empresarios y los hace reaccionar.
En esa mirada, en unos días más, la destitución de los integrantes de la Junta Nacional de Justicia consumará el tránsito a un gobierno autoritario. La instauración de tal gobierno es grave y requiere de una respuesta contundente. La conformación de una coalición política amplia y plural es una manera, quizás la principal, de enfrentarlo. No queda otra del congreso no esperemos nada.
Estamos advertidos: por su complicidad con la parálisis reformista eso es lo que se viene al parecer y con fuerza inusitada.