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lunes, mayo 12, 2025
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Reformas políticas para evitar el asalto II

Beto Cabrera Marina

Como finalizamos en nuestra entrega de ayer, necesitamos una reforma política; algo que las fuerzas del poder económico y políticas mayoritarias en el Congreso, beneficiarias de este orden de cosas, buscan silenciar, como parte de su estrategia de bloquear este proceso de reforma política.

En esta lucha, diversas voces se han escuchado en los últimos meses, tildando a los magistrados de comunistas, rojetes, caviares, hasta fiscalillos pro-terrucos.

Desde el Congreso también se les ha fustigado y también han calificado a los agentes de la Diviac de “policía política” que lleva a los detenidos e investigados a las mazmorras, entre catres viejos y paredes malolientes. Pero lo cierto es que más allá de los agoreros, y de los epítetos de los interesados, el equipo de fiscales de “Lava Jato” ha actuado de igual modo contra los políticos implicados de todos los colores. Es verdad que quizás el uso de la prisión preventiva puede ser debatido. Y es cierto que alguna vez José Domingo Pérez o Richard Concepción Carhuancho pudieron haber cometido algún exceso de entusiasmo, pudieron haber tenido un ímpetu desmedido; sin embargo, está claro que hay una vocación por llevar hasta las últimas consecuencias estos casos de corrupción ocurridos durante los últimos quince años.

Un ex-presidente preso, otro prófugo y hasta uno que prefirió suicidarse a ser detenido. No hay izquierdas ni derechas aquí. Es una guerra contra la impunidad, esa que ha penetrado en casi todos los espacios nuestro país sin distinción de derechas o izquierdas empresas del mal llamado Club de la Construcción. No puede alegrar a nadie que líderes y funcionarios de derecha e izquierda sean los protagonistas de la corrupción. Es de tontos aplaudir cuando tu adversario cae en desgracia. Pero es evidente que hay que tener mucho cuidado con aquellos que se erigen como la conciencia moral de los peruanos.

El sistema político en el Perú parece una coladera corrupta, pero también es necesario decir que somos una sociedad con indignaciones selectivas y duales, permisivas con nuestras simpatías y abusivas con nuestras antipatías.

Las Izquierdas se han presentado con su bandera y la honestidad; Susana Villaran, como un ícono de la decencia y una alternativa política. En cada una de sus respuestas –ante posibles actos de corrupción durante su gestión como alcaldesa– se describía a sí misma como impoluta e incorruptible. No hay nada que justifique y menos aun cuando alguien que pregona principios de honestidad o de transformación de la sociedad y lo mejor que podemos hacer, para demostrar nuestra coherencia, es permitir que la justicia haga su trabajo y por ningún medio, intentar presionar u obstruir el trabajo de la Fiscalía y el Poder Judicial.

La izquierda peruana, hacer una autocrítica, ya que hay gente que levanta banderas de honestidad, pero termina cayendo en lógicas de poder que son iguales a las que criticamos, lo que corresponde a la sociedad es mirarnos y hacer una reflexión sobre lo que ha venido pasando en el país.

El escándalo de Lava Jato, sin embargo, ha puesto bajo los reflectores otro tipo de organizaciones criminales que, bajo las tesis de la fiscalía, lideradas por ex presidentes, ex candidatos presidenciales, ex alcaldes, empresarios, etc. Entre ellos, Alan García, Navas, Keiko Fujimori, Yoshiyama, Pedro Pablo Kucynski, Ollanta Humala, Susana Villarán o César Hinostroza entre otros. Sus dirigentes e integrantes forman parte de la élite política o económica que ha tenido el poder en el país.

Las organizaciones criminales ya no son las tradicionales de delitos violentos o patrimoniales; no solo cometen otro tipo de delitos con finalidades lucrativas o políticas, sino que el crimen organizado se vincula con redes de corrupción que intentan capturar al Estado a fin de ostentar poder y expandir su ámbito de influencia. Entender este fenómeno distinto, exige estrategias político-criminales especiales para hacer frente a esta delincuencia de cuello y corbata.

Muchos de los políticos se han manejado en un ámbito ‘gris’ porque era el parte del día a día, o lo que se tenía que hacer para financiar una campaña, cuando claramente se había cruzado la línea, aunque había sido tolerado por todos. El tema cultural te permite entender por qué cuesta mucho creer que en la clase política haya habido organizaciones criminales

Del estribo: Denominan al periodismo el cuarto poder y la historia demuestra que la corrupción, la mentira y el abuso son ancestrales y fraternales acompañantes del poder. La lógica induce a sospechar que el periodismo también debe de compartir a veces esas lacras, aunque proclame continuamente y sin sonrojo que su esencia y su meta es la verdad, la independencia, la libertad de expresión, la objetividad, la denuncia de la injusticia, en fin…esas cosas tan edificantes, solemnes y bonitas que nos falta poner en práctica.

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