Cuando falta una fecha para que el Perú termine con su participación en el mundial de futbol Rusia 2018, podemos decir, sin temor a equivocarme, que lo hemos logrado; lo hicimos. Me aventuro a decir que ahora somos un país nuevo y diferente, a pesar de esos políticos que parecen vivir en una burbuja cuando se ve que no sienten al país, porque por sus insanias y bajísimos niveles culturales nos desmerecen como país. José Ugaz reflexionaba de cómo pudimos permitir que una jauría de impresentables haya llegado al Congreso. Pero estamos hablando de futbol, amigos.
La red social del Facebook abunda en comentarios respecto a la actuación y desempeño de la selección peruana de futbol en Rusia. Muchos como yo, estamos orgullosos de quienes, como modernos argonautas, hayan ido a conquistar el vellocino de oro y sin haber metido goles –por lo menos hasta ahora, teniendo pendiente el partido con Australia— hayan triunfado. Porque una cosa es el éxito y, otra, el logro. El éxito que es el paradigma falso de la competitividad –que todavía impera—pareciera exigirnos que hay que ser exitosos en la vida pues, de lo contrario, tu vida se convierte en fracaso. Nada más falso.
En el mundial de Rusia 2018 se ha visto que no hay rival chico. Todos estuvieron en el mismo nivel y eso sea quizá la razón para que este torneo haya creado tanta expectativa y el futbol, de paso, es el evento más ecuménico que hayamos podido crear. Y es admirable cómo tantos peruanos hayan decidido viajar a un país tan lejano siguiendo la senda de la posible gloria que podríamos haber logrado. Esos viajeros, cual emigrantes espontáneos, fueron nuestros embajadores para que el mundo nos reconozca que somos un país que ha confiado en su selección, en aquella pléyade hombres que un día nos sacaron del marasmo y de la anomia para despertar y seguir en pos de un sueño; de ese algo que nos había sido esquivo por tantos años y que nos lo quitaron.
Hay frases bellas, y dichas con emoción, para graficar el momento que estamos viviendo. Nuestro país ya no es el mismo; pareciera que estuviéramos viviendo un nuevo amanecer y que por fin esa letanía autocomplaciente del pasado del “¡Sí, se puede!”, lo hubieras dejado en el olvido para siempre, a pesar de los grajos que tenemos y que se han convertido en políticos. Porque los peruanos sí tenemos capacidad para tareas gigantescas. Y cuando nos propongamos podremos hacer que esos impresentables en el Congreso huyan despavoridos de ese recinto, porque allá debe ir la gente decente.
Desde Rusia regresamos convertidos en otro país. Ya nada debe ser como ayer. Porque los guerreros que regresan de las estepas rusas nos traen esperanza y pasión desbordante para continuar con ese cambio y qué bien que el futbol lo haya hecho posible. Todo lo logrado nos abre una posibilidad que debe aprovecharse para mejorar nuestros procesos en un país como el nuestro que tiene un exagerado burocratismo y donde hay muchas cosas por cambiar. Hay cosas que debemos construir. Y todo lo podremos hacer a partir de la hazaña de esos valores que regresaran de Rusia después de una épica jornada. Podemos decir que es un ´regreso con gloria´.