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viernes, febrero 14, 2025
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Remedios Moscote, nínfula de Aureliano Buendía

Por: Edwin Rojas Meléndez

De Remedios Moscote, la hija menor de Apolinar Moscote, se enamora Aureliano Buendía, extasiado por su belleza, ojos verdes y piel de lirio. Pide casarse con ella cuando tiene 9 años de edad, y los casó el padre Nicanor Reyna, cuando cumplió 14. Remedios a pesar de su corta edad, desde que llegó a vivir en la casa de los Buendía, sacó a relucir madurez y equilibrio admirables, tanto, que acepta como su propio hijo, al de Aureliano con Pilar Ternera, llamándolo Aureliano José. Cuando muere repentinamente con dos gemelos en el vientre, el velorio fue a puertas cerradas y con prohibición de hablar en voz alta. En su memoria, Úrsula cuelga un daguerrotipo de ella junto a una lámpara encendida; y llama con su nombre: a Remedios la bella (hija de Arcadio y Sofía de la Piedad), y Renata Remedios (hija de Fernanda y Aureliano Segundo). La historia está en el capítulo cuatro de Cien años de soledad. Aquí una versión resumida.

Remedios entra por primera vez a la casa de los Buendía

“El recuerdo de la pequeña Remedios no había dejado de torturar a Aureliano. Una tarde en que armaba en el taller un pescadito de oro, oyó la vocecita infantil, y vio a la niña en la puerta con vestido de organdí rosado y botitas blancas.

—Ahí no entres, Remedios —dijo Amparo Moscote en el corredor—.

Pero Aureliano. Levantó el pescadito dorado prendido de una cadenita que le salía por la boca, y le dijo:

—Entra—.

Remedios se aproximó, y él quería quedarse para siempre, junto a ese cutis de lirio, junto a esos ojos de esmeralda. La niña se asustó tanto con el ofrecimiento del pescadito, que abandonó a toda prisa el taller.”

Aureliano enloquece de amor

“Aquella tarde perdió Aureliano la paciencia y la buscó en el taller de sus hermanas, en los visillos de su casa, en la oficina de su padre, pero solamente la encontró en la imagen que saturaba su propia y terrible soledad. Y la casa se llenó de amor. Aureliano lo expresó en versos que escribía en las paredes del baño, en la piel de sus brazos, y en todos aparecía Remedios: Remedios en el aire soporífero de las dos de la tarde, Remedios en la callada respiración de las rosas, Remedios en todas partes y Remedios para siempre.”

José Arcadio Buendía pide la mano de Remedios

“José Arcadio Buendía (padre de Aureliano) fue a pedir la mano de Remedios Moscote. El corregidor y su esposa lo recibieron y creyeron que él había confundido el nombre de la pretendida. Para disipar el error, la madre despertó a Remedios y la llevó en brazos a la sala. Le preguntaron si en verdad estaba decidida a casarse, y ella contestó lloriqueando que la dejaran dormir. José Arcadio Buendía, fue a aclarar las cosas con Aureliano. Cuando regresó, los esposos Moscote lo esperaban en compañía de sus hijas mayores. José Arcadio Buendía confirmó que, en efecto, Remedios era la elegida. «Esto no tiene sentido —dijo consternado don Apolinar Moscote—. Tenemos seis hijas más, todas solteras y Aurelito pone sus ojos precisamente en la única que todavía se orina en la cama.». Aceptaron complacidos la decisión de Aureliano sólo que la señora de Moscote suplicaba el favor de hablar a solas con Úrsula. Media hora después regresó Úrsula con la noticia de que Remedios era impúber. Aureliano no lo consideró como un tropiezo grave. Había esperado tanto, que podía esperar cuanto fuera necesario, hasta que la novia estuviera en edad de concebir.”

Cuando Remedios cumplió 14 los casó el cura Nicanor Reyna

“Con la ausencia de Úrsula, Rebeca había quedado a cargo del orden doméstico. Aureliano, por su parte, había descuidado el taller para enseñar a leer y escribir a la pequeña Remedios. Al principio, la niña prefería sus muñecas al hombre que llegaba todas las tardes. Pero la paciencia y la devoción de Aureliano terminaron por seducirla, hasta el punto de que pasaba muchas horas con él estudiando el sentido de las letras y dibujando en un cuaderno con lápices de colores casitas con vacas en los corrales y soles redondos con rayas amarillas que se ocultaban detrás de las lomas.”

Comentario

Aureliano Buendía enamorado de una niña de 9 años genera comentarios irritantes. Pero, en los autores y sus novelas, ¿Dónde poner la frontera entre el abuso y el amor sincero a una niña-mujer? Mercedes tenía 9 años cuando conoció a Gabriel García Márquez, éste tenía 14 años y visitaba la farmacia de su padre; Antonio Machado conoció a su adorada Leonor cuando ella tenía 13 años, y se casaron cuando cumplió 15 y él 34; Edgar Allan Poe se casó con su prima Virginia Clemm de 13 años; La Julieta de Shakespeare, tenía 14 años cuando se enamoró de Romeo. En la literatura peruana en La casa de cartón de Martín Adán, aparece Catita de 14 años, introduciendo a sus novios púberes en el sexo; José María Eguren en el poema La niña de la lámpara azul se embriaga con una niña ágil y risueña, y dice: “me ofrece la bella criatura un mágico y celeste camino”; Mario Vargas Llosa, rompiendo todo esquema, en su novela Elogio de la madrastra, Lucrecia de cuarenta años, tiene sexo con su hijastro Alfonso de doce años. En la novela Lolita publicada en 1955, Vladimir Nabokov trata la relación de un profesor y su hijastra, de metro cuarenta y ocho de estatura y 12 años. Este autor, introduce el término nínfula, para referirse a niñas entre los 9 y 14 años con naturaleza de ninfas (alegres jóvenes doncellas de la mitología griega, que podían procrear hijos divinos con un dios o con un mortal). Las nínfulas están en la literatura desde siempre, y Remedios Moscote, convierte a Aureliano Buendía en un ninfolepto (en griego) o ninfulero (en lenguaje amazónico), que significa: tomado, capturado, raptado por las ninfas.

Bibliografía.

García Márquez, Gabriel. Cien años de soledad. Grupo Editorial Norma, S.A. 2007.

Toni Montesinos. Alma de las palabras. Las nínfulas literarias. Google

Ivan Thays. La clavícula de Adán. Sobre nínfulas, muchachitas, cazadores y viejos verdes. Google

Nos reencontramos el próximo sábado, con Remedios, la bella, “criatura de pureza excepcional amante de la desnudez”, turbando de deseo a todo Macondo.

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