El 14 de febrero es un festival de declaraciones intensas, de promesas con brillo de neón y de fotos cuidadosamente editadas con frases de película. Se inunda el mundo digital de palabras empalagosas, de corazones con animaciones y de juramentos que, en el calor del momento, suenan eternos. Las parejas se juran amor hasta el fin de los tiempos, los amigos se etiquetan en publicaciones llenas de nostalgia y el aire huele a flores, chocolate y un poquito de falsedad bien disfrazada.
Pero, ¡ay!, llega el 15 y de repente el encanto se disuelve más rápido que un bombón en café caliente. Los mensajes efusivos se reducen, las notificaciones bajan y las palabras que ayer parecían talladas en piedra hoy parecen escritas con tiza en la acera. Lo que parecía una amistad inquebrantable se convierte en un visto sin responder, y lo que parecía un amor apasionado, se convierte en una agenda demasiado ocupada.
Entonces, la gran pregunta: ¿Dónde están los amigos cuando el brillo de San Valentín se apaga? ¿Dónde están esos amores que ayer eran “para siempre”?
Amores de temporada y amistades de papel
Si algo tiene el 14 de febrero es que se parece a una fiesta con barra libre: todos parecen estar embriagados de emoción, soltando sentimientos como si no hubiera un mañana. Pero el mañana llega, y con él, la resaca de lo efímero.
Es curioso cómo en un solo día se pueden escuchar tantas promesas y ver tantos gestos de cariño, solo para que, una vez pasada la fecha, todo vuelva a su estado natural: silencios cómodos, olvidos convenientes y relaciones que funcionan más por costumbre que por interés genuino.
¿Será que la amistad y el amor tienen fecha de caducidad? ¿O será que solo los recordamos cuando el calendario nos lo exige? Tal vez estamos rodeados de conexiones de temporada, como los adornos de Navidad que se desempolvan una vez al año o los bikinis que se sacan del clóset solo cuando el sol aprieta.
Amigos de vitrina y amores de escaparate
En la era de las redes sociales, la amistad y el amor parecen más bien un catálogo de exhibición. Lo importante no es tanto el vínculo real, sino la imagen que proyectamos. Tener una foto con tu “mejor amigo” o tu “pareja perfecta” parece más valioso que la relación en sí misma. Es la era de los sentimientos con filtro, de las relaciones que se postean más de lo que se practican.
Y ahí está el problema: nos hemos acostumbrado a amistades de vitrina, que lucen perfectas en la foto pero que no resisten el paso del tiempo. Amores de escaparate que son un espectáculo en público pero que, en privado, apenas sobreviven. Cuando se apagan las luces del 14 de febrero, cuando ya no hay necesidad de demostrarle al mundo lo bien acompañados que estamos, muchos desaparecen como cenicientas modernas después del baile.
¿Dónde están los amigos después del 14?
La verdadera amistad, esa que no necesita hashtags ni recordatorios comerciales, se encuentra en los pequeños detalles. Está en el mensaje que llega sin razón aparente, en la llamada improvisada solo para saber cómo estás, en la compañía silenciosa de quien no necesita un motivo para estar ahí.
Y sí, hay amistades así. Las hay. Solo que, a diferencia de las amistades de temporada, no hacen ruido, no se pavonean en redes y no necesitan demostrar nada. No son las que te llenan de frases cliché el 14 de febrero, sino las que te escuchan cuando ni siquiera sabes cómo expresar lo que sientes. No son las que aparecen cuando es conveniente, sino las que permanecen cuando todo lo demás se ha ido.
Así que, después de San Valentín, cuando los globos estén desinflados y las flores marchitas, es momento de hacer el recuento. ¿Quién sigue ahí cuando ya no es necesario demostrarle nada a nadie? ¿Quién te escribe sin necesidad de un recordatorio? ¿Quién te escucha sin esperar nada a cambio?
La verdadera amistad y el verdadero amor no son de temporada. No necesitan fechas especiales para florecer ni exhibiciones para validarse. Se encuentran en los días grises, en los silencios compartidos, en la certeza de que, pase lo que pase, hay alguien que no necesita una excusa para estar a tu lado.
Y si después del 14 miras a tu alrededor y te das cuenta de que nadie quedó, que de pronto el eco de tantos «te quiero» se perdieron en la distancia, tal vez sea momento de preguntarte si realmente estabas rodeado de amigos o de acompañantes de ocasión.
¿Dónde están los amigos cuando ya pasó el telón de San Valentín?