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jueves, diciembre 12, 2024
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Rosa de Primavera

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Carmen se mira en el espejo, sonríe coquetona, complacida de lo que ven sus ojos. Voltea a ver a su amiga y le dice: Me gusta mi sonrisa, mis lindos ojos, pero no me gusta mi gordura. Ambas se ríen de la graciosa frase. Tania publica en el facebook “Salgo gordita en esta foto”, miro la foto y no encuentro a ninguna gordita sino a una agraciada jovencita, delgada incluso. Todos los comentarios reafirman mi opinión, uno suelta el “¿flaca, por dónde?”. Y tiene razón.

Tanto Carmen como Tania, así como miles de jovencitas en el Perú y millones en el mundo, padecen o están iniciando a padecer un trastorno de la auto percepción, sus ojos ven lo que sus temores le dictan y su peor temor es por alguna razón aumentar de peso, ya no ser las barbies que se supone deben ser. Ven a una chica gordita en el espejo cuando todos vemos a una jovencita cada vez más delgada. Y así inician el viaje hacia la autodestrucción: la anorexia y la bulimia, poniendo en serio riesgo su salud y su vida misma.

Recuerdo mi plática una vez con Victoria, en aquel entonces ella tendría unos 17 años y era una linda florcita, Victoria era delgada, de esas chicas delgadas que no soportaría un fuerte ventarrón pues correría el riesgo de salir volando juntamente con las calaminas. En algún momento de nuestra conversación hablamos de su familia, conocía a toda su familia por cierto, y le comenté de la posibilidad que con el tiempo ella se parezca cada vez más a su abuelita, una bonachona abuelita. Fue como si le hubiera caído un balde agua no fría sino helada. La sola idea de hacerse gordita la asustaba a tal grado que la enmudecía, la paralizaba.

Y es que la industria de la moda, de los cosméticos, de la pasarela endiosa la delgadez y para ello se sirve de los medios de comunicación, de la tecnología, de la publicidad que perversamente ofrece la belleza al alcance de una operación, de productos de belleza, de artilugios que sirven a la vanidad humana. Y la industria crece porque crece la “necesidad de más belleza” convirtiéndose la belleza en un producto más que se puede adquirir si la billetera da para eso. A tal punto es de frívola la sociedad, la humanidad, que estudios serios señalan que en términos globales las personas invierten más en productos cosméticos, y otras vanidades que en educación y menos en cultura, comprar buenos libros por ejemplo.

Si desde los hogares y las escuelas se fortaleciese la autoestima de los niños y las niñas, si les ayudáramos a desarrollar un equilibrado y justo concepto de sí mismos; si les dirigiéramos la atención a aspectos más allá de sí mismos, a ser menos egoístas y más solidarios, a verse como lo que realmente son: Seres Únicos de gran valor, de belleza innata, propia, auténtica. Haríamos una gran cosa realmente si lográramos eso, si por lo menos lo intentáramos.

Que al fin de cuentas la belleza es una cuestión subjetiva, y nada es más bello que una sencilla rosa de primavera abriéndose ante los ojos del mundo. Y la rosa no se preocupa de visitar cirujanos plásticos.

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