Los padres sabemos de susurros. Algunos aún hacemos gala de esta forma de expresión; en cambio, para otros padres han quedado en el olvido. Los padres conocemos muy bien las bondades del susurro, porque de muy jóvenes, frisando la pubertad y la juventud, las hirvientes hormonas recorrían nuestros delicados cuerpos, los vivaces ojos eran para bellas jovencitas, cuando las narices captaban ávidas las feromonas femeninas, entonces, la fuerza interior empujaba al tímido varón a declarar su sano sentimiento de amor. Otras veces, los delicados susurros eran reemplazados por las cálidas sonrisas, gestos agraciados y atenciones desmedidas. ¿Qué mujer podría resistirse a semejantes halagos de un auténtico caballero? Por supuesto, cuando la empatía era mutua, cuando el varón también era considerado como el príncipe ideal carente de defectos, como el único de su raza en el planeta. Dos corazones que se acercan en completa ebullición no tienen otra alternativa que fundirse en el amor y constituirse en un solo cuerpo. Entonces, en tales circunstancias especiales cuando dos personas extrañas son embebidas por el amor, los únicos lenguajes comunicacionales son los gestos peculiares y los susurros de palabras bonitas y agradables ¿Será posible que estos lenguajes perduren en el tiempo de vida de los protagonistas? ¿Qué porcentaje de personas de la sociedad extiende estos dos lenguajes durante el resto de sus vidas?
Acaba la luna de miel, el periodo de dulzura de la pareja; y comienza la luna de hiel, el lapso de amargura. Corta es la vida de florecimiento de los enamorados y largo es el periodo de vida cargada de amargura. ¿Por qué no es al revés? Porque por lo general, lo bueno es poco. En la luna de miel se produce la procreación, es en éste periodo cuando se da inicio a la vida de otro ser humano, procedente de las dos personas enamoradas, que prácticamente a partir de éste instante se convierten en padres. La alegre jovencita de ayer, experimenta otros cambios hormonales y las mil y una sensaciones de llevar en su vientre a quien será sangre de su sangre y carne de su carne. No deja de soltar gotas de lágrimas del alto grado de emoción al sentir el movimiento del nuevo ser en su vientre. Por su parte el niño grande de ayer, al sentir con la palma de la mano el ondulante movimiento del nuevo ser que ha procreado, se sonroja de emoción, siente la inmensa responsabilidad de asumir en la formación de la nueva criatura que es parte de su ser. Futuros padres, cargados de juventud, llenos de emociones nuevas en sus vidas, siguen diciéndose al oído, en susurro, que se aman, y que son los únicos afortunados del planeta de tener la dicha de ser padres.
Nace el niño (a) y la alegría es ilimitada. En cambio, pasa el tiempo y el niño crece. El padre está muy “ocupado” en su trabajo, en el deporte, en sus reuniones sociales. Por su parte la madre está ocupada en la preparación de los alimentos, en la limpieza de la casa, en tener la ropa ordenada y hasta en la novela. La dulzura de la pareja de padres se esfumó, ya es historia vieja, y la luna de hiel campea en la casa. Los padres que ahora son personas muy adultas, han borrado de su memoria el lenguaje del susurro y de los gestos agradables, por falta de continuidad. Los susurros de entonces se convirtieron en gritos altisonantes; las palabras agradables se convirtieron en soeces y agraviantes; los gestos agraciados en convirtieron en vetustos rostros felinos. ¿Quién es la persona que convive y soporta el resultado de éste cambio? El hijo. Es el hijo quien recibe órdenes con esos gritos; es el hijo quien recibe esos insultos; es el hijo quien ve los rostros paternos con máscara de su corazón amargado. ¿Cuándo se ve que dos enamorados dicen amarse a viva voz, con palabras soeces, gestos aterradores y con golpes? Los padres que gozan de la dicha de amar a su hijo ¿Por qué no le hablan con susurro, empleando palabras floridas y con gestos agradables? Los susurros de los padres, que muy bien han experimentado en sus mozos tiempos juveniles, pueden formar parte de su vida cotidiana con las personas que aman de verdad.