Dos de mis alumnas (Liz y Sharelin) del nivel superior (I E S T P “NUEVA AMAZONÍA”), se expresaban en un trabajo de actividades de redacción de la siguiente manera:
“Yo Liz…, cuando tuve cuatro años; en esos días estaba con una crisis de tos que por momentos me ahogaba y era incontrolable, en consecuencia era difícil de controlar. Era un día domingo que visitábamos a mi abuelita cuando de repente a mi mamá se le ocurre comprar una galleta wafer, no pensó que fuera tan dañino para mi salud, pues al empezar a comer el polvillo de la galleta me causó un ataque de tos. Se hizo incontrolable.
En eso sentí desesperación terrible como que se agotaba mi respiración, hasta que se dieron cuenta mi mamá y mis demás familiares que estaban a mí alrededor.
¡Me sentí morir en esos momentos! Porque mi respiración ya no pasaba por la laringe. Todo mi cuerpo se movía pidiendo auxilio. Mi mamá me dio respiración artificial por la nariz, pero nada hizo efecto. Más era la desesperación de mi mamá al ver mis labios y dedo de color morado. Pensó lo peor: (el cementererio), pues no podía reanimarme.
En esos momentos como si un ángel lo hubiera mandado, llegó mi tío que es motocarrista. Vio el alboroto y se acercó a ver lo que pasaba y de inmediato me asistió dándome respiración artificial por la boca y la nariz. Dos soplidos y chupadas muy fuertes me hicieron reaccionar. Sentí alivio cuando el oxigeno pasaba por la vía respiratoria. Al rato de reaccionar, me puse a llorar por el susto que había llevado.
Mi tío dijo: “no le habían soplado con fuerza por la nariz y la boca, por eso no reaccionaba. Mi mamá y familiares se alegraron al verme que reaccionaba y volvía a la normalidad. ¿Qué hubiera pasado si no llegaba mi tío en esos momentos? … Otra sería la historia.
UNA MIRADA AL PASADO
“Yo Sharelin vivo el día a día como si fuera el último momento de mi existencia. He vivido tantas experiencias negativas y decidí dejar de lado ese recuerdo nada grato para mí, ya que recordarlos no es sinónimo de tranquilidad. Tal vez hube nacido en el lugar equivocado y en el día equivocado. Pensaba que jamás lo iba a olvidar, que ya había visto todo y no volvería a ser feliz. Pero idea errónea la mía. Pues un día me desperté y me dije a mi misma que olvidaré todo episodio traumático y viviría mejor, porque yo no soy la única sufrida.
Quizá ya habré nacido marcada con un destino, pero todo lo cambié para satisfacción mía. No habría podido levantarme si no se presentaba en mi vida una estrella que guiaba mi andar. Ese es el único motivo por el que sigo viva y con más fuerzas que nunca”.
Exhibo de una manera pública estos dos testimonios de dos de mis alumnas, que el primero recogiendo y evocando cierto episodio de un lejano pasado, testifica una huella que marcó su niñez, pero que al mismo tiempo como una terapia interna recuerda al tío que sin la presencia de éste, otra –según sus palabras-, hubiera sido la historia.
Es decir, una historia que nunca hubiera disfrutado ni conocido para contarlo.
El segundo testimonio (Una mirada al pasado), también como una especia de terapia interna, recrea su pasado nada agradable, de tal manera que le hace pensar que nació en un lugar y tiempo equivocado, pero que este lugar y tiempo no tuvieron la gratitud de corresponderla con la ansiada felicidad, pero que a buena hora se da cuenta que vivir absorbido por las tensiones del sufrimiento, no le llevaría a ningún escenario de tranquilidad.