Que te dé más, no es bueno. Que quiera todo a la fuerza, no es sano. Que todo siempre duela, no es lo que mereces. Por él no puedes aguantar todo. Inhala y exhala, que la noche nunca será eterna.
El amor nunca va traer dolor. La vida es más que una cachetada, un golpe en la cabeza, un moretón, un insulto o varias amenazas cargadas de odio. Hace unos días presencié la violencia expuesta en todas sus formas y comprobé que la sociedad cada vez es más indiferente.
Ella, a la que llamaremos Carla, es una más que se suma a lista de mujeres violentadas. Carla tiene una mirada inocente y una voz angelical, su peor pecado fue creer que un hombre era bueno. Se enamoró y su vida se fue convirtiendo en un infierno. Aunque apenas tiene 22 años, ha vivido lo que otras de 60 no han tenido que pasar.
Durante su relación ha sufrido violencia verbal a cada segundo, humillaciones que iban desde decirle que es insignificante por ser humilde, hasta arrodillarse para pedir perdón por algo que ella no entendía y que hoy comprende, todo eso eran los demonios internos de un hombre que nunca cambiará.
Con el tiempo, la violencia verbal pasó a un segundo plano, empezaron a aparecer insultos, luego cachetadas, jaladas de brazo, amenazas, golpes en la cabeza y sexo forzado. Los moretones ya eran visibles, el dolor ya era inevitable.
Muchas veces intentó matarse, él le decía que la amaba, que lo perdone, que cambiaría, ella volvía a creerle y lo perdonaba. Todo empezaba de cero, hasta que los celos aparecían, cada vez eran peores, la celaba con su papá, con su hermano, con su vecina y hasta con su amiga. La droga era pan de cada día y cuando esto pasaba, la tortura para ella era peor.
Se embarazó y pensó que eso haría que la violencia desaparezca. Eso no sucedió y por el contrario, todo reapareció con fuerza, los golpes dolían más, porque no solo le afectaban a Carla, sino al hijo que llevaba dentro. El amor de madre pudo más y lo denunció, pudo alejarse físicamente por un tiempo, pero para él no había impedimento y a través de redes sociales el acoso tomaba formas inexplicables.
Nació el hijo de Carla y para ella el mundo empezó a tomar una mejor forma, sus sueños y su vida se enfocaban solo en ese pequeño ser. Ella pensaba que todo lo malo había terminado, hasta que él apareció de nuevo y volvió el dolor. La golpeó y también a su propio hijo, pero esto no atemorizó a la joven madre, más bien le dio fuerzas para seguir con la denuncia.