29.8 C
Tarapoto
domingo, abril 28, 2024

De La Odisea a la Divina Comedia, de Newton a Marx: El Arte del Plagio

«La originalidad no consiste en decir cosas nuevas, sino en decirlas como si nunca hubiesen sido dichas por otro.»
—Johann W. Goethe

El controversial Christopher Hitchens en su ensayo
En Defensa del Plagio ofrece la siguiente definición acerca del plagio o robo “artístico”: “Una regla imprescindible que el plagiario debería tomar en cuenta podría ser la establecida por George Moore: ‘Tomar algo que alguien ha dicho y empeorarlo es plagio.’ A ‘empeorarlo’ uno podría añadirle ‘o dejarlo tal y como lo encontramos.’ ” Es decir, el plagio consiste en tomar y divulgar lo ya dicho sin adaptarlo, sin mejorarlo y sin dar el crédito correspondiente al autor. Por ejemplo, Hitchens, en el mismo ensayo, mantiene que cuando Isaac Newton se llevó todo el crédito por la popularización de La Ley del Movimiento su rival, el polímata Robert Hooke, se enfureció porque, según él, Newton había ‘tomado’ sus ideas y la de otros para formular dicha ley. Newton, según Hooke, no les había dado el reconocimiento que se merecían—es decir, lo acusó plagio. Frente a tal acusación, Newton respondió con el famoso aforismo: “Si he logrado ver más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes.” Lo irónico es que dicho aforismo había aparecido treinta años antes en una colección de aforismos de George Herbert—quien a su vez lo había “tomado” de otras fuentes—es decir, plagio del plagio del plagio.

En su artículo ¿Me repito a mí mismo?,John Barth hace la siguiente observación, “En la Eneida, por ejemplo, Virgilio reorquesta la Ilíada y la Odisea de Homero, para demostrar el valor de los Romanos para seguir a los griegos; luego Dante, trece siglos después, resucita a Virgilio para que él lo guíe a través de las dos primeras partes de la Divina Comedia, su odisea a través del más allá (de tal manera, el autor se legitima como digno sucesor de Virgilio). A la Edad Oscura le sigue el Medioevo, del Medioevo el Renacimiento, del Renacimiento a la Reforma, Barroco, Ilustración, etc.: cambia el vestuario, pero el espectáculo continúa.”
En realidad, si deseamos tocar el tema del plagio de manera seria, debemos ir más allá del mero hecho de cuestionar la reputación de algunos de los más grandes escritores y pensadores que ‘tomaron’ ideas ajenas y las presentaron de manera distinta sin dar crédito alguno a los autores originales; más bien, la pregunta que debemos hacernos es: ¿Qué sería de nuestra cultura si no tomaríamos ‘prestado’ o ‘adaptaríamos’ lo ‘ya dicho’? Es posible responder dicha pregunta citando al gran escritor Robert Benchley, “La gran literatura debe surgir de un trastorno en el alma del autor. Si ese trastorno no está presente, entonces debe venir de las obras de cualquier otro autor que resulta ser muy útil y de fácil adaptación.” Es decir, sin los ‘prestamos’ y ‘adaptaciones,’ Santayana no habría acuñado en su libro La Vida de la Razón el aforismo, “quienes no aprenden del pasado, están condenados a repetirlo”—puesto que dicho aforismo era un ‘préstamo’ literario de la sentencia de Karl Marx, “los hechos suceden dos veces en la historia. La primera, como tragedia; la segunda como una farsa.”—que a su vez era un préstamo de la sentencia de Hegel, “[la historia nos enseña] que los pueblos y los gobiernos jamás han aprendido algo de la historia […]”

Finalmente, John Barth, en el mismo artículo antes citado, relata la historia del escriba egipcio Jajeperresenb quien hace cuatro mil años ya se quejaba del problema de ‘lo ya dicho’: “Si tan sólo se me podrían ocurrir frases que aún no sean conocidas en un idioma nuevo que no haya sido utilizado; y no palabras desfasadas que ya fueron pronunciadas por hombres de antaño.” Por tanto, es posible establecer que los que hemos llegado de una u otra manera ‘tarde’ al oficio de escribir tenemos cinco mil años de desventaja más que Jajeperresenb—y eso que él creía que su desventaja era la más insuperable e insufrible de todas. Podemos concluir entonces que se torna prácticamente imposible no ‘tomar’ ideas pre-existentes y ‘adaptarlas’ a nuestra propia realidad; por consiguiente, el único consuelo que nos queda, como lo precisa John Barth, es el expresado por Andre Gide, “Todo lo que necesita ser dicho ya ha sido dicho. Pero, dado que nadie escuchaba aquella primera vez, todo necesita ser dicho nuevamente.”

Por Wilter Pérez Barrera
Lic. Ciencias Políticas y Asuntos Internacionales
Lic. Estudios Bíblicos

Referencias:

Barth, John: La Literatura del Agotamiento.
Hitchens, Christopher: En Defensa del Plagio

Artículos relacionados

Mantente Conectado

34,541FansMe gusta
275SeguidoresSeguir
1,851SeguidoresSeguir

Últimos artículos